5.3.09

El olvido contra la memoria

Me parece increíble que un gobierno con su Jefe de Estado a la cabeza, rechace una donación del gobierno alemán para construir un Museo de la Memoria, en un país que ha sufrido años de violencia irracional y que si hay algo pendiente, debe ser declararle la guerra al olvido.

Recordar a las víctimas de veinte años de terrorismo y contraterrorismo debería ser espacio de debate y de consensos. Ya sabemos que hay muertos buenos y muertos malos, ¿se quiere castigar a los malos más allá de la muerte? ¿Qué clase de religión profesan estos jueces que pueden decidir cuáles son los buenos y cuáles los malos amigos de San Pedro o de Satanas?

Cada quien tiene el derecho de recordar a sus muertos como buenos. Se quiere olvidar lo inolvidable. Los que ya no están viven en el recuerdo, por eso hay quienes luchan contra el Museo de la Memoria, porque creen que los muertos están callados y temen que el recuerdo les devuelva el derecho a la palabra.

El recuerdo es la única manera de conversar con los muertos, de caminar con ellos, de reencontrarlos, porque el olvido no mata lo vivido, sólo lo pone a un costado. Nada condena después de la muerte, ni el juego sin fuego del infierno.

El planeta Tierra le ha demostrado al universo que los seres vivos, encabezados por los humanos han hecho de la memoria el arma principal para continuar viviendo: han construido la historia.

En el Perú sabemos que los enemigos de la memoria están trabajando apasionadamente por hacer una fosa común de los olvidos, pero lo sufrido en esos veinte años no va a desparecer; como al Túpac Amaru de Alejandro Romualdo, no podrán matarlo, por eso Julio Ortega le reconoció un exceso de agonía como definición de su inmortalidad.

Presidente García, el Museo de la Memoria no nos va a recrear el drama vivido, sólo va a evitar su olvido y con eso nos va a librar de repetirlo. Y si esto le parece subversivo, pues mande construir un monumento a la amnesia.

LA PRIMERA

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