24.3.09

La clave, la zonificación

Por: Mariella Balbi Periodista

El presidente García se reunió en Palacio de Gobierno con todos los actores involucrados en la actividad constructora: empresarios, alcaldes y congresistas, un esfuerzo concertador encomiable. Bien pudo haberse invitado a vecinos, esos que velan por la calidad de vida en una ciudad tan caótica como Lima. El presidente expresó su contrariedad por la demora en los trámites, todos de acuerdo, pero ello no debe relajar el control en la construcción. Por hacerlo tuvimos obreros muertos en edificios poco seguros. Tampoco es conveniente la laxitud con las licencias de funcionamiento, porque terminamos en un desorden tremebundo, sin defender la odiosa lentitud existente. Pero no podemos “zumbarnos” a Defensa Civil, precaución civil o como quieran llamarla. Con ello solo fomentamos la abrumante informalidad del país.

El mandatario se refirió con sorna a los monumentos históricos, advirtiendo que hay una suerte de manía de conservación del pasado, contraproducente para la actividad constructora. Cuán equivocado está. Se ha hecho cera y pabilo de millares de manzanas que tenían una arquitectura valiosa, armónica, estética, evocadora de una época. Mire nomás el “pastiche” que es el otrora afamado Jirón de la Unión y el desastre en que se ha convertido el suntuoso Paseo Colón. No mencionaremos a Miraflores, Santa Beatriz, Barranco, Chorrillos o Breña. Nuestra ciudad se ha convertido en un verdadero mamarracho, llena de “edificitos” mal hechos, baratitos y futuros tugurios. Solo gana el constructor, está probado y reprobado.

En Lima la zonificación (qué se construye y en dónde) es un remedo de ley. Se cambia cada dos años aproximadamente (“forget” la pregonada seguridad jurídica) y encima la Municipalidad de Lima tiene poder de decisión último en cada distrito. Uno invirtió para comprar su casa con unas reglas de juego y luego de dos años pueden ser totalmente distintas. Desde otro ángulo, póngase en la piel de un alemán “clasemediero” que se va de vacaciones, ¿elegiría Lima como destino? ¿Para ver qué? Unos “mamarrachentos” edificios, negocios pobres llenos de desordenados carteles y un tráfico con insalubres micros, todo unido a la inseguridad. Está bueno el chauvinismo, pero no tanto. Las ciudades valen por su historia y lo que de ella expresa su arquitectura, sus paisajes.

La imaginación presidencial bien puede recrear lo que hoy sería el distrito de San Miguel si no se hubiera depredado (bombardeado) el barrio “belle époque” de Lima, otrora nuestro balneario más elegante. Hoy estaríamos visitándolo y por ende gastando; mucho más rentable es conservar que derrumbar.

EL COMERCIO

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