5.3.09

Largo camino

“Has recorrido un largo camino, muchacha”, decía la publicidad de un cigarrillo para el público femenino en los ‘70. Desde que en 1952 la ONU formalizó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer se han registrado avances dignos de celebración, pero también subsisten muchas sombras.
Lejanos han quedado los tiempos en que, como imaginó Aristófanes en Lisístrata, la mujer solo podía influir en asuntos políticos negando a los maridos trato conyugal (aunque hace poco la naturaleza imitó al arte en una ciudad colombiana, con una “huelga de piernas cruzadas” para que los hombres abandonaran el narcotráfico). El año pasado, según la ONU, la proporción de mujeres en los parlamentos nacionales alcanzó un nuevo máximo mundial y hay ahora 11 jefas de Estado o de Gobierno en países de todos los continentes.


La OIT destaca que las mujeres profesionales en América Latina ocupan el 35% de las posiciones de dirección, porcentaje inferior al de los EE.UU. (45,9%) pero muy superior al de Japón (8,9%), Pakistán (8,7%) y Arabia Saudita (0,9%). Asimismo, son propietarias de 1/4 de todas las Pymes y en las últimas dos décadas su número en el sector empresarial aumentó del 22 al 48 por ciento.

Pero aún existen desigualdades y no solo en los países subdesarrollados. En Europa, pese a que 6 de cada 8 puestos de trabajo son ocupados por mujeres, siguen sufriendo discriminación laboral. La tasa de empleo para las de entre 20 y 49 años cae 15 puntos cuando tienen un hijo, mientras que la de los hombres crece seis puntos en la misma situación.

El tráfico de mujeres es la tercera industria ilegal más grande del mundo, solo superada por el de armas y drogas. Cerca de 12 millones son forzadas a algún tipo de explotación sexual cada año y las mafias obtienen de esta modalidad de esclavitud entre US$ 28.000 y 32.000 millones anuales.

Otro dato escalofriante de nuestra realidad: de las más de 13 millones de mujeres peruanas, la pobreza en las zonas rurales afecta al 50,8% en la costa, a 47,2% en la sierra y al 48,2% en la selva, y la mitad en zonas rurales no tiene siquiera partida de nacimiento.

Contrariamente a lo que pregonaba el comercial citado al comienzo, nos queda un largo camino por recorrer si de veras se quiere valorar el aporte femenino para lograr sociedades más igualitarias. Y mucho más trecho todavía para mejorar sus condiciones de vida. Eppur si muove, como pueden dar fe, por citar dos casos muy recientes, Claudia Llosa y Kina Malpartida.

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