Los italianos usan la expresión se non e vero, e bene trovato (si no es verdad, está bien contada) para referirse a historias muy buenas a las que no se les puede otorgar la certeza absoluta.
Leo las últimas declaraciones del veterano cantante cubano Pablo Milanés sobre su país y se me viene una de estas historias. Dicen por Torre Tagle que Fujimori le había encargado a un conocido diplomático –de aquellos que aman las casas grandes- que colabore a elaborar la lista esa que usó a comienzos de los 90 para realizar una gigantesca purga que el japonés (lo llamo así porque postuló al Senado de ese país. Eso es mucho más infame que la cobardía de renunciar por fax) hizo allí. Este servil le lleva la lista a Fujimori y se retira. Tras que nuestro personaje abandona el despacho, el nipón le indica a su secretario:
Añade también a éste en la lista. No me gusta trabajar con felones
(como ese que acortó el ministerio de otro durante el toledismo con una artera renuncia por fax mientras aquel juraba).
También me acordé de Viriato. Este es el primer héroe español-portugués, un celtíbero que unificó a las tribus de Lusitania (Portugal) e Hispania (tierra de conejos, nuestra madre España) contra los invasores romanos, a los que tuvo a muy mal traer durante mucho tiempo, hasta que fue asesinado por sus amigos Audax, Ditalco y Minuro mientras dormía.
Cuando estos tres miserables fueron donde el cónsul romano Servilio Cepión a exigir una recompensa, éste les mandó ejecutar atrozmente con la frase Roma no paga a traidores y ordenó rendirle honores a Viriato.
¡Esa es la Roma grandiosa, la señora del mundo, la de Cayo Mucio, quien puso impávido su mano al fuego (de allí nace la expresión) frente al invasor rey etrusco Porsena para demostrarle que jamás traicionaría a su ciudad!
Reitero, me acuerdo de estas historias de felonías al conocer las recientes declaraciones de Milanés al diario español Público (el favorito de Zapatero, que ha roto la vieja alianza PSOE-El País para reconformar otra con este periódico) contra la Revolución Cubana. Nunca me gustó Milanés, tanto por su melosa y huachafa música como porque era un adulón repulsivo de Fidel Castro junto a Silvio Rodríguez, par de pobres diablos que apuntaron siempre al comunismo caribeño.
Hoy confirmo mis impresiones. Un tipo que medró de ese proceso, que se llevó una mejor vida dentro de esa isla-penitenciaría sólo porque era un aúlico del régimen no puede ahora aparecer de buenas a primeras a llamar viejos reaccionarios a sus jerarcas y exigir más libertades públicas cuando él fue un incondicional de esa mafia política roja, encabezada por los sempiternos hermanitos Castro, que deshizo al país que tenía el mejor nivel de vida latinoamericano de los 50 tras Argentina (a esos los deshizo Perón) y que han instaurado una feroz y personalista dictadura, a la que aquí sólo elogian los patéticos Lévano y 0.5% Canseco.
Ojalá que Obama levante ese absurdo bloqueo económico contra Cuba, un inútil arcaísmo que tan sólo le ha servido a los Castro para justificar las cuitas que genera ese sistema horripilante que es el comunismo y así mantenerse en el poder.
Cuando el barco se hunde, los milaneses lo abandonan…
Aldo Mariátegui
Leo las últimas declaraciones del veterano cantante cubano Pablo Milanés sobre su país y se me viene una de estas historias. Dicen por Torre Tagle que Fujimori le había encargado a un conocido diplomático –de aquellos que aman las casas grandes- que colabore a elaborar la lista esa que usó a comienzos de los 90 para realizar una gigantesca purga que el japonés (lo llamo así porque postuló al Senado de ese país. Eso es mucho más infame que la cobardía de renunciar por fax) hizo allí. Este servil le lleva la lista a Fujimori y se retira. Tras que nuestro personaje abandona el despacho, el nipón le indica a su secretario:
Añade también a éste en la lista. No me gusta trabajar con felones
(como ese que acortó el ministerio de otro durante el toledismo con una artera renuncia por fax mientras aquel juraba).
También me acordé de Viriato. Este es el primer héroe español-portugués, un celtíbero que unificó a las tribus de Lusitania (Portugal) e Hispania (tierra de conejos, nuestra madre España) contra los invasores romanos, a los que tuvo a muy mal traer durante mucho tiempo, hasta que fue asesinado por sus amigos Audax, Ditalco y Minuro mientras dormía.
Cuando estos tres miserables fueron donde el cónsul romano Servilio Cepión a exigir una recompensa, éste les mandó ejecutar atrozmente con la frase Roma no paga a traidores y ordenó rendirle honores a Viriato.
¡Esa es la Roma grandiosa, la señora del mundo, la de Cayo Mucio, quien puso impávido su mano al fuego (de allí nace la expresión) frente al invasor rey etrusco Porsena para demostrarle que jamás traicionaría a su ciudad!
Reitero, me acuerdo de estas historias de felonías al conocer las recientes declaraciones de Milanés al diario español Público (el favorito de Zapatero, que ha roto la vieja alianza PSOE-El País para reconformar otra con este periódico) contra la Revolución Cubana. Nunca me gustó Milanés, tanto por su melosa y huachafa música como porque era un adulón repulsivo de Fidel Castro junto a Silvio Rodríguez, par de pobres diablos que apuntaron siempre al comunismo caribeño.
Hoy confirmo mis impresiones. Un tipo que medró de ese proceso, que se llevó una mejor vida dentro de esa isla-penitenciaría sólo porque era un aúlico del régimen no puede ahora aparecer de buenas a primeras a llamar viejos reaccionarios a sus jerarcas y exigir más libertades públicas cuando él fue un incondicional de esa mafia política roja, encabezada por los sempiternos hermanitos Castro, que deshizo al país que tenía el mejor nivel de vida latinoamericano de los 50 tras Argentina (a esos los deshizo Perón) y que han instaurado una feroz y personalista dictadura, a la que aquí sólo elogian los patéticos Lévano y 0.5% Canseco.
Ojalá que Obama levante ese absurdo bloqueo económico contra Cuba, un inútil arcaísmo que tan sólo le ha servido a los Castro para justificar las cuitas que genera ese sistema horripilante que es el comunismo y así mantenerse en el poder.
Cuando el barco se hunde, los milaneses lo abandonan…
Aldo Mariátegui
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