1.3.10

Dolor y canalladas

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Empezamos a escribir la columna justo cuando nos llega una alerta noticiosa de CNN dando cuenta de que el número de muertos por el terremoto en Chile ya supera los 700. Y lamentablemente todo indica que esa cifra crecerá conforme pasen las horas. Como saben los lectores de este diario, somos muy críticos, y lo seguiremos siendo, de la política exterior de La Moneda y de su preocupante carrera armamentista. Pero eso por supuesto pasa ahora a un segundo plano ante una tragedia de tal magnitud.
Nuestra sincera y profunda solidaridad con Chile en estos momentos aciagos. Únicamente los canallas se alegran de las desgracias ajenas y lo que está atravesando hoy el país vecino sólo puede provocar congoja. Por los que perdieron la vida y el dolor de sus familias. Y por los millones de chilenos que de la noche a la mañana han quedado sin techo y con todas sus posesiones materiales enterradas bajo montañas de escombros. Y también un abrazo solidario a los miles de compatriotas que residen allá, igualmente damnificados.


Y sin embargo, hay quienes en estas circunstancias hacen comentarios canallescos. Evo Morales, por ejemplo. No tuvo mejor idea que declarar, el mismo sábado, cuando seguía temblando Chile por las réplicas del sismo, que esto sucede porque la “madre tierra se enoja ante las políticas que destruyen el medio ambiente”. Que dicho sujeto deteste el capitalismo y sea un seguidor de cultos paganos que ven a la Tierra como una deidad (y que han dado origen a la religión medioambientalista) es asunto suyo. Pero que lo saque a relucir en circunstancias en que hay millones de seres humanos sufriendo espantosamente es propio de un desalmado. Increíble hasta qué simas de abyección se puede descender cuando la ideología y el fanatismo sustituyen a la compasión por el padecimiento de toda una nación.

Lo de Morales compite con el comentario de cierto columnista local que este domingo, tras mostrarse afligido por la tragedia chilena, termina poco menos que aplaudiendo el terremoto. Y eso porque, vaticina, va a retrasar la aplicación de las políticas de mercado anunciadas por el presidente electo Piñera. Es como si un liberal se alegrase de que un cataclismo destruyera Venezuela ya que de esa manera se liquida el “socialismo del siglo XXI”. Ningún defensor del mercado, por supuesto, diría tal disparate. Pero los globofóbicos son así de chalados.


LA RAZON

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