26.8.10

A fuego lento

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


La revista The Objectivist, co-fundada por Ayn Rand, de quien hablamos extensamente en la columna anterior, incluía una sección llamada “Departamento de Munición Intelectual”. Ahí se publicaban artículos y notas para desmontar la desinformación diseminada por la progresía. Aquí, más que una sección, haría falta un diario entero para contrarrestar las falacias de los criollos hijos de Gramsci.
Porque son varios los frentes en los que nuestros caviares se mueven simultáneamente gracias a su poderoso aparato mediático y su red de ONGs. Día tras día atacan sin tregua a las fuerzas armadas con el cuento de los derechos humanos, a la inversión extranjera con el pretexto de proteger el medio ambiente y a la economía de mercado porque “hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres”. Y sigue casi interminable la lista de objetivos de esta argolla que se considera portaestandarte del progreso de la humanidad.

Los romanos tenían un refrán: De mortuis nihil nisi bonum dicandum est (No hables mal de los muertos) La progresía lo ha transformado en este otro: Nunca hables bien de los vivos, sobre todo si profesan ideas distintas a las tuyas. Y así, dedican considerable espacio para vituperar a cualquiera que se atreva a disentir de sus consignas, calificándolos de “reaccionarios” o “mafiosos”.


La táctica no es nueva. Ya en 1943, el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética instruía a sus cuadros con la siguiente consigna: “Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente”.

Y vaya que ha tenido éxito en nuestro medio este chantaje. Hay que buscar con una lupa muy grande para encontrar alguna ONG, centro de estudios o think tank que haga frente a los tópicos promovidos por la izquierda. Los políticos capaces de hacerles frente se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos. Igualmente corta es la lista de editorialistas y columnistas que se han comprado el pleito. Y de los empresarios ni se diga. Como dijimos el miércoles, prefieren mirar a otro lado.

Nos hemos vuelto rehenes del régimen despótico de lo “políticamente correcto”. Igual que la rana del cuento, que cuando es sumergida en una olla de agua hirviendo salta inmediatamente poniéndose a salvo, pero si es metida en agua fría que se calienta lentamente, termina cocinada al no percibir el aumento de la temperatura. Como la rana, nuestra sociedad deja que la progresía la cocine a su gusto, a fuego lento.

LA RAZON

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