1.12.10

García, psicólogo de remate

Después de LA PRIMERA vuelta electoral de 2006, Alan García intentó explicar por qué el sur peruano votaba contra él. Lo atribuía al descontento histórico de los andinos. Pero el sábado último amplió el concepto. Si ahora no sólo el Sur, sino todo el país lo desaprueba, es porque “los peruanos somos tristones y desconfiados”.


Este descubrimiento fue revelado cuando lo interrogaron respecto a la baja aprobación que tiene en las encuestas.

“Cuando acepto la presidencia de la República”, declaró, “no vengo a gobernar para los brasileños. Los brasileños tienen otro tipo de raza, de alegría y de sol”.

Lo que no explicó es por qué antes el APRA recibía el voto mayoritario del Norte, el “sólido Norte”. Si seguimos su razonamiento étnicopsicológico, habría que deducir que antes los norteños eran alegres, pero ahora, si derrotan al APRA, es porque se han vuelto tristes.

¿Será eso culpa del gobierno corrupto, vendepatria y mentiroso de García?

En 2006, después de LA PRIMERA vuelta electoral, García expresó, en su discurso de cierre de campaña, que esa primera jornada del sufragio había “dividido al país en tres sectores que parecen incompatibles. Allá en el sur tenemos una enorme población que, por la dificultad de su geografía y su altitud, no ha tenido la posibilidad de nuestro Norte, de desarrollarse para la exportación, para la pesquería, para el algodón y el azúcar”.

O sea que en esa época la tristeza del Sur no era étnica, sino geográfica. Lo triste es que la tristeza se ha extendido, según el propio García, a todo el Perú.

Las explicaciones de Alan suelen parecer cómicas. Lo son, en efecto. Buscar fundamentos puramente psicológicos para el descontento es un intento de ocultar las raíces sociales, económicas, del ánimo colectivo. La prueba está en que el carácter de los pueblos, así como el de las personas, es cambiante. El malestar de hoy no se debe a la altitud, sino a la bajeza.

Hay, cierto es, una prolongada vía crucis del pueblo peruano, que explica algunos de sus rasgos psicológicos.

Recuerdo un episodio en la casa del gran compositor cusqueño Armando Guevara, allá por 1970. En un momento, frente a un grupo de folcloristas, don Víctor Guevara, ex director de la revista La Sierra y en ese momento próspero ganadero en Cajamarca, increpó:

-¡Ya deben dejarse de Música triste! Hay que hacer canciones alegres.

Luis Durán, distinguido músico cajamarquino, le repuso:

-El otro día yo pasaba por la avenida Aviación, cuando vi que de un auto elegante salía un señor, quien sacó del vehículo a un empleado andino, y le gritó: ¡Baja, indio de mierda! Y luego le asestó un puntapié. Fui a mi casa, e hice una canción. ¿Cree usted que era alegre?

Doctor García: triste es decirlo: usted ha ampliado la frontera de la tristeza.

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