5.12.10

La revolución educativa

Aleccionadora e importante es la afirmación hecha por el consultor internacional Sebastián Edwards, ex economista jefe para América Latina del Banco Mundial, así como ex funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo y del Fondo Monetario Internacional, en el sentido de que el Perú debe profundizar su reforma educativa convirtiéndola en una auténtica revolución para poder dar el gran salto hacia el desarrollo.

Ha señalado el Dr. Edwards –y lo ratifica la experiencia peruana– que los países de América Latina empeñados en superar su situación de desarrollo deben mejorar su infraestructura de servicios básicos y ganar, sin prisa pero sin pausa, posiciones en el mercado internacional. Sin embargo estos dos esfuerzos paralelos y concurrentes no son suficientes para ese gran salto. Se precisa una verdadera revolución en la educación que ponga los conocimientos y la tecnología al alcance cada vez de más ciudadanos en un proceso participativo y eficiente con responsabilidades compartidas entre todos los actores: líderes políticos, representantes institucionales y dirigentes de los gremios magisteriales.

Este esfuerzo debe ser colosal para coadyuvar con la meta del desarrollo. En algunos países de América Latina se ha intentado el despegue pero este se ha visto detenido por la oposición de los sindicatos de maestros renuentes a aceptar cualquier cambio. La experiencia peruana es ilustrativa, ya que durante décadas la camarilla sindical del Sutep impidió a toda costa cualquier reforma en el ámbito educacional, mucho más aún si esta tocaba –como debe ser– el aspecto de la evaluación docente. Sin calidad en el magisterio, en los contenidos pedagógicos y en la evaluación en general de educandos y educadores, no hay posibilidad ninguna de hacer de la educación una palanca del desarrollo.

La revolución educativa es un gran cambio hacia la meritocracia, la eficiencia y la participación. El Perú ha hecho grandes avances en este terreno relegando al ostracismo –tal como era previsible– al Sutep, hecho del todo explicable debido, precisamente, a que durante años se aprovechó de la inacción gubernamental. Lo que queda es persistir en el esfuerzo y profundizar la reforma extendiéndola e intensificándola de forma que se constituya en una verdadera política de Estado y no pueda darse marcha atrás.

Sin educación no hay despegue económico sostenido ni hay desarrollo. Lo han demostrado palmariamente los países emergentes y los que lo fueron alguna vez y ahora son desarrollados. La educación es la palanca del progreso hacia el mundo, pues el valor del conocimiento es el más grande de todos los capitales con los que puede contar un país. La palabra del experto del Banco Mundial no hace sino ratificar el criterio de todo aquel que se acerca a la realidad peruana y latinoamericana. La revolución de la infraestructura unida a la revolución de la apertura de los mercados son una base pero es sólo la revolución educativa la que fija esa base y la proyecta con inusitados brillos al porvenir.

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