1.12.10

Violencia contra la mujer

La reciente celebración del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer debe estimular la acción permanente del Estado y de la sociedad sobre una problemática que se agudiza cada vez más y sobre la que hay que sensibilizar a todos los actores gubernamentales y sociales.

En efecto, es alarmante que, de acuerdo a cifras oficiales, el 38.8 por ciento de las mujeres casadas o convivientes del país, haya manifestado haber sufrido violencia física por parte de su esposo o pareja. Las agresiones más frecuentes van desde los empujones, golpes, patadas hasta los ataques o amenazas con cuchillo u otra arma, además de ser forzadas a tener relaciones sexuales sin su consentimiento, entre otras múltiples formas de violencia física y psicológica. Un dato que relaciona promedialmente el nivel educativo con la violencia de género es que el mayor porcentaje de casos de violencia se registra entre las mujeres con nivel de educación secundaria (42.5%), mientras que la menor se da en mujeres con nivel educativo superior (30.1%). Adicionalmente, tenemos que de los más de 200 casos diarios de violencia atendidos en los establecimientos del Ministerio de Salud, la mayoría son contra mujeres.

Hay un conjunto de factores que explica este desgraciado fenómeno, pero es el educativo el más importante, ya que en la medida que la mujer posee mayor instrucción y preparación, está mejor preparada para afrontarlo y denunciarlo en defensa de sus derechos. Una mujer informada y estimulada desde temprano a no permitir el abuso de cualquier tipo por parte del hombre, no acepta situaciones humillantes y degradantes. Pero hay también el factor sanitario que dice relación directa con la salud mental en la cual el Estado debe trabajar estrategias integrales de prevención y atención. La violencia de género tiene un fuerte componente de trastorno de la personalidad que hace que la mujer no sólo acepte sino que se vuelva incapaz de revertir una situación que la envilece, colaborando con ella a través del silencio cómplice y, lo que es aún peor, encubriendo a su agresor que en no pocos casos extiende esa agresividad salvaje a los hijos.

Queda claro, entonces, que la lucha contra la violencia de género abarca varios sectores y tiene medidas preventivas, sanitarias y punitivas. Y se inscribe, además, en un contexto de promoción social que incluye el factor educativo, ético y moral. Con esa perspectiva es que debe trabajarse de manera articulada y en los tres niveles de gobierno, además de contarse con un andamiaje legal cada vez más perfeccionado que permita contemplar y sancionar esta violencia.

El reciente caso de la mujer salvajemente quemada por su pareja con agua hirviendo y que grafica los niveles de crueldad y desaprensión a los que puede llegar la violencia de género en cualquier hogar, nos debe aleccionar a trabajar para que estos bárbaros ejemplos no se repitan en el país.

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