3.12.10

La caja de Pandora

No hay duda de que el caso Comunicore se ha convertido en una verdadera caja de Pandora de la gestión municipal de Luis Castañeda, ya que no deja de sorprendernos con destapes, pese a que se va a cumplir un año desde que este diario hizo público el escándalo.

Ahora tenemos que la Contraloría habría identificado que ni siquiera las facturas correspondían a casi 5 de los 36 millones de soles que fueron indebidamente entregados a una empresa cascarón, la que fue adquirida únicamente para esta operación.

Con ello se confirma nuevamente el apresuramiento con el que actuaron en la comuna con el dinero de todos los limeños. Los encargados de la administración municipal ni siquiera conciliaron la deuda con Relima o verificaron la documentación; simplemente recibieron la confirmación de que en Comunicore ya tenían en sus manos la cobranza y en el acto ordenaron la cancelación del monto en su integridad –incluso con alguito más–, ejecutando a la velocidad del rayo, y con evidente desesperación, ese injustificable pago.

De esa manera, con su accionar y complicidad, posibilitaron que los delincuentes que recibieron esos recursos públicos pudieran hacerlos humo, cobrándolos en efectivo en las ventanillas de los bancos, colocando las rumas de billetes en decenas de maletas y luego desapareciéndolas.

Pero, para hacer la trama aún más intrincada, Relima, una de las partes en esta dolosa operación y la que supuestamente debería ser la más perjudicada –aunque acusó de estafa a los exgerentes que estuvieron detrás de Comunicore, presentó la denuncia penal recién cinco años después de haber sido estafados y solo luego del destape hecho público por este diario–, acepta encubrir al estafador.

Pese a que a raíz de esa operación a Relima supuestamente la habrían estafado con 21 millones de soles, la empresa ha aceptado pagar a la municipalidad 2 millones de soles de lo entregado sin respaldo documentario a Comunicore, dinero que esta última hace años ha esfumado.

Por ello es realmente extraño el reintegro que habrían efectuado. Es como si Relima sufriera de una variación del síndrome de Estocolmo, aunque en esta ocasión aplicado no al secuestrado sino al timado. Ellos, pese a ser los estafados, generosamente pagan una millonada para cubrir lo entregado al estafador que los ha perjudicado. Este caso cada día apesta más a gato encerrado.

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