9.11.09

Carta de Praga

Por Mirko Lauer

Estimado Mirko:

Llegué a Praga por primera vez a los 20 años. Venía de Berlín Oriental. Aún guardo el pedazo de papel que escribió para mí una asustada estudiante alemana en una biblioteca. El papel, lo puedo leer a pesar de no tenerlo entre en mis manos, dice: Waht (sic) is rich if you are not free? (¿qué es ser rico si no eres libre?). Desoladora respuesta a mi políticamente correcto comentario afirmando que el régimen había dado trabajo a sus padres y educación para ella. Sabía que el comunismo europeo no era panacea alguna pero solo allí, cuando toqué la llaga abierta de la ausencia de libertad, comprendí que podía ser un infierno. Alemania del este era un país triste.

Pensé encontrarme con lo mismo en Praga pero la sorpresa fue mayúscula: me enamoré de la ciudad a primera vista. Era una ciudad hermosa, llena de torres, y parecía salida de un libro de cuentos. En el hotel nos recibió una señora en francés y pensé: ¡Praga es el París al este del muro! Salimos con estudiantes anfitriones a una vinoteca. Entre botellas de vino de Moravia, reímos, bailamos y charlamos. Hablamos de la Primavera aquella y de los tanques. No parecían tener miedo de expresar sus ideas y mucho menos de compartir su desprecio por los soviéticos.

La entonces Checoslovaquia era un país alegre, listo para buscar su propio destino lejos del yugo de la URSS. Era 1981 y pasarían ocho años más antes de que el muro fuese derribado. Sin embargo esa noche, en Praga, comprendí que mi generación acabaría, más temprano que tarde, con el muro de Berlín. Esa noche soñé que todo sucedería en Praga y que los tanques, esa vez, retrocederían.

Hoy me he reencontrado con ese viejo amor y ella está radiante. Praga es la más bella de Europa. El checo es un pueblo feliz. Apasionado. Encontré que los empresarios buscan permanentemente trazar una continuidad en su historia industrial haciendo referencias a empresas fundadas entre las dos guerras o aún antes de la primera. El mensaje: nosotros ya éramos una potencia industrial antes del comunismo. Pienso en Bata, su visión y su imperio global cuando global no era palabra. El presidente Klaus está a la espera de una decisión de los Tribunales de su país para ver si ratifica el tratado de la Unión Europea.

Los checos no están seguros de que ser parte de la UE sea lo mejor para ellos. ¿Será por ese espíritu indomable que soportó pero nunca cedió a las hegemonías foráneas? Lo cierto es que puede que los checos esta vez opten por su propio camino y, presiento, podría ser lo mejor para ellos –y para quienes los sigan.

Saludos,

Hernán Garrido-Lecc

LA REPUBLICA

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