13.11.09

Por qué liliputizar la base democrática

Por: Mirko Lauer

l voto facultativo ha sido interpretado por algunos de sus enemigos como una maniobra para reducir la votación de los pobres. Viene implícito en el argumento que son los pobres quienes más votan por la izquierda, o los mejor comidos quienes más se movilizan, lo cual no está demostrado por pasadas elecciones o por las encuestas de estos tiempos.

Es cierto que en la derecha están los más entusiastas por hacer el voto obligatorio, seguramente con la idea de que eso daría ventaja a minorías conservadoras bien organizadas, creando una suerte de vuelta a la llamada república aristocrática. Pero quizás esto revela un desconocimiento sobre dónde están hoy las verdaderas élites.

Si bien en Lima el sector A declara un interés por la política que es el doble que en E, la aprobación de la gestión edil del candidato presidencial puntero hoy es pareja de A hasta E. En 1980 se pensó que el voto del analfabeto cambiaría radicalmente la topografía electoral, pero desde entonces los grandes triunfos han sido para la derecha o el centro.

Hay, pues, mejores argumentos para defender el voto obligatorio que la identidad pobres-izquierda. En una sociedad donde un problema serio es el cumplimiento de la ley, la obligación de votar es algo que una gran mayoría acata, y en esa medida una victoria recurrente contra la informalidad y la desidia cívica.

Liberar el voto produciría un aumento exponencial del ausentismo, que hoy bordea el 20%, y esto unido a la fragmentación del voto en las elecciones regionales y municipales crearía un problema adicional de legitimidad del sistema democrático. En esto último vamos a la cola de América Latina, nos recuerda el sondeo Latinobarómetro.

Con el voto facultativo tendríamos una liliputización de la base social de muchos de los elegidos, y con cierta razón los enemigos de la democracia liberal podrían llamarla un sistema de gobierno de minorías. Es cierto que hay países que se manejan bien con altas tasas de ausentismo (EEUU, Colombia), pero sus tasas de civismo también son altas.

Es muy poco probable que una liberación del voto produzca una catástrofe electoral antiizquierdista o proderechista. Lo que produciría más bien es un debilitamiento del sistema democrático peruano. Uno de los argumentos de SL para justificar su guerra en 1980 fue que en realidad muy poca gente participaba en la elección de autoridades democráticas.

Este no parece el tipo de decisión que se pueda beneficiar de un referéndum, puesto que el reflejo tiende a ser opinar contra una obligación, y aparentemente a favor de una libertad. Por eso no se someten a referéndum, por ejemplo, los impuestos. Imaginen: ¿Quiere Ud. pagar impuesto a la renta? ¿Sí? ¿No? Ya vendrán los que reclamen eliminarlo.

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