9.11.09

¿Misma china con diferente calzón?

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Desafío y viabilidad política del ‘neofujimorismo’.

Salvo en su vocero La Razón, ha pasado desapercibido el lanzamiento de la campaña electoral del fujimorismo con la inscripción de Fuerza 2011 ante la ONPE. Para seguir la costumbre –Cambio 90, Vamos Vecino, Nueva Mayoría, Alianza al Futuro–, otra vez se presenta con nuevo nombre aunque todos saben que, como siempre, la nueva agrupación es ‘la misma china con diferente calzón’.

Pero esta vez su desafío pasa por demostrarle al elector que sí hay un cambio relevante para no dar la impresión de que el fin de Fuerza 2011 es limpiar a los corruptos de los noventa.

El fujimorismo tiene, con Keiko Fujimori, peso electoral. Según la última encuesta nacional de Ipsos-Apoyo, su candidatura representa al 20% que corresponde a 22% en Lima y 19% en el interior (Centro: 32%; Oriente: 25%; Sur: 18%; y Norte: 11%). Por niveles socioeconómicos, su respaldo crece entre los pobres: 13% del A; 16% del B; 19% del C; 22% del D; y 25% del E.

A su vez, los estudios cualitativos de esa encuestadora concluyen que las fortalezas percibidas de Keiko son carisma y los logros del gobierno del padre; y las debilidades, que no tiene propuestas ni preparación, así como, otra vez, los ‘problemas’ del padre: corrupción y violación de derechos humanos. También, el financiamiento oscuro de sus estudios en el exterior.

Por ello, Fuerza 2011 se presenta como agrupación renovada y con el relanzamiento de liderazgos entre los que destacan Jaime Yoshiyama como secretario general y otros que tienen en común el no tener cuentas pendientes con la justicia e imagen personal limpia (no como varios de sus compañeros de los noventa). Poseen, además, prestigio como organizadores eficientes: Yoshiyama y Santiago Fujimori impulsaron las reformas que se paralizaron hacia 1996 y que son la estructura central del notable crecimiento económico de los tres lustros siguientes.

Sin embargo, el desafío que tienen, para ponerlo de un modo claro y directo, es demostrar que no son blanqueadores de delincuentes. Con Vladimiro Montesinos les podría ser más fácil marcar distancia, pero su dilema real será con Alberto Fujimori, alguien condenado por corrupto en un proceso judicial impecable, y que la mayoría de peruanos cree que es –con sólidas razones– un delincuente porque es imposible suponer que él no supiera lo que hacía el ‘Doc’ en beneficio suyo. ¿Se puede apoyar a gente que defiende a alguien así?

Ese ese el problema de los que, como Yoshiyama, vuelven al ruedo. Si no lo resuelven, el futuro del fujimorismo será como el del odriísmo, velasquismo o pradismo: morir con el ocaso del líder. Paradójicamente, para sobrevivir, el ‘neofujimorismo’ debe antes liquidar a Alberto Fujimori. Lo cual parece imposible.


LA REPUBLICA

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