8.12.09

Democracia hondureña

Las elecciones recientes en Honduras –que contaron con la participación del 64 por ciento de los votantes, contra un 55 por ciento que ha sido el promedio en esa nación– afirman la democracia en ese país centroamericano y dejan una lección al continente: no se puede manipular desde el exterior la voluntad política de un pueblo, lo que, precisamente, intentó hacer Hugo Chávez con un estrepitoso fracaso.

La crisis hondureña fue precipitada por la trasgresión flagrante de la Constitución de ese país por el ex presidente Manuel Zelaya, que –inducido por él imitando a Chávez– fue paulatinamente pervirtiendo la naturaleza democrática de su régimen, al extremo de promover su propia reelección contraviniendo las normas legales establecidas. El Congreso depuso a Zelaya con el aval de la Corte Suprema, nombrando presidente interino a Roberto Micheletti, quien se enfrascó en arduo proceso de negociaciones para encontrar una salida a la situación, la que alcanzó convocando a elecciones generales producidas bajo una histórica concurrencia ciudadana, en las que triunfó Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacional.

El fracaso de Zelaya es el declive del expansionismo de Chávez, además del colapso de aquellos países que actuaron como comparsa del presidente venezolano, sorprendentemente encabezados por un Brasil que está pagando caro su equivocada apuesta primordialista. Zelaya, con menos fortuna que Chávez, intentó perpetuarse en el poder convocando a un referéndum sin autorización del Parlamento, para permitir su reelección permanente. Esa tesis fue rechazada una vez más por el pueblo hondureño, que no sólo acudió masivamente a las urnas –pese al llamado abstencionista de los seguidores de Zelaya y las consignas chavistas– sino que logró que un contundente 56 por ciento de los sufragios eligiera a Lobo.

El Perú ha hecho muy bien en reconocer la validez y el resultado de las elecciones en Honduras. Un país que se ha librado de los tentáculos imperialistas de Chávez y la seudo democracia latinoamericana. Honduras se reafirma bajo el común denominador del respeto a la voluntad popular y el rechazo a las tutelas internacionales, sean de donde fueran, EE UU, Cuba o Venezuela. Mantengamos buenas relaciones con todos los pueblos y defendamos nuestra identidad, respetándonos mutuamente. Que nadie ose decirnos qué debemos hacer ni cómo habemos de conducirnos en las relaciones internacionales. Seamos integracionistas, pero evitemos caer en el juego de los bloques donde los países acaban sirviendo a los intereses de ciertas cabezas calientes. Eso es lo que intenta hacer Chávez en América Latina: imponer no sólo su modelo ideológico sino las perversas modalidades para perpetuarlo. Honduras ha dicho ¡basta! Celebrémoslo.


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