23.6.10

Bollocks!

Sólo al pintoresco Belmont se le puede ocurrir una cantinflada chiflada como eso de buscar castigar con pena de prisión a la "obscenidad" (sin ni siquiera definirla). No me sorprende que congresistas como Sasieta o los humalistoides apoyen este disparate, pero sí me apena que incluso gente que parece cuerda como los pepecistas Raúl Castro y Juan Carlos Eguren apoyen esta pelotudez de marca mayor. ¿No tienen algo más útil que hacer en el Congreso que estas gansadas patéticas?

¿Y qué es obsceno en el tan erotizado Occidente del siglo XXI? ¿Un par de senos, un pene, un trasero, una vagina, alguna de esas ilustres partes del cuerpo humano que todos tenemos como muestra de nuestra naturaleza? ¿El acto sexual? ¿Un escote, un calzón tipo hilo dental, una ropa de baño de hombre tipo "carpa", un sostén que sale por los hombros y muestra el canalillo, un pantalón caído que enseña el poto, un "topless", una tanga? ¿El pasquín La Nación o El Confidencial? ¿Las lisuras?

El término proviene del latín "obscenus", que significa "repulsivo". ¿No es obsceno tal vez ser el abogado de una extraña compra del Jockey Plaza, por ejemplo, Sr. Castro? ¿No es obsceno hacer una colecta entre socios de accionariado difundido y que al final no vean el dinero nunca, Sr. Belmont? ¿No es obsceno que una asistenta le lave los pies, Sra. Sasieta? ¿No es obsceno un Congreso tan repudiado en las encuestas?

Como decía uno de esos traviesos versos romanos llamado "Priapeas": "Obscenis, peream, Priape, si non uti me pudet improbisque verbis sed cum tu posito deus pudore ostendas mihi coleos patentes cum cunno mihi mentula est vocanda" ("Preferiría morir antes de utilizar palabras obscenas e impúdicas, pero cuando apareces Príapo, como un dios, con tus bolas colgando, me es apropiado hablar de penes y vaginas"). "Bollocks!" ("¡Pelotudeces!"), gritan malhumorados los ingleses cuando se topan con imbecilidades como estas iniciativas legales. Qué sabios...

- No hay duda de que la mejor fórmula para saber qué es lo correcto es escuchar al congresista Lescano (no pongo su primer nombre por no insultar al idioma inglés) e inmediatamente asumir la posición contraria. Ayer le escuchaba oponerse a que razonablemente se sancione a los peatones que puedan provocar accidentes de tráfico con sus irresponsabilidades, dado que provocan la aplastante mayoría de éstos, y pensaba cómo este hombre tiene tal capacidad para siempre decir tonterías de ese calibre y haya gente que lo elija. Todo un fenómeno.

- Si alguna enseñanza queda de todos estos despelotes en San Marcos (marchas y estrategias de retorno senderistas impunes, guerra civil entre profesores para ocupar puestos directivos, tomas de facultades y una educación cada vez peor) es que hay que cambiar radicalmente la universidad pública peruana, que es un gran desastre, de la misma manera como se está tratando de enmendar la enseñanza secundaria pública con una medida tan interesante como la carrera pública magisterial. No puede ser que San Marcos nos cueste US$100 millones al año y sea tan patética. No puede ser que sea una fábrica de abogados y sociólogos antes que de ingenieros y científicos. No puede ser que te jalen eternamente y sigas siendo estudiante habiendo pasado los 30 años, como la mayoría de los rojos. No puede ser que aún existan tantos tarados allá adentro que crean aún en el marxismo, o peor aún, en el senderismo. No puede ser que una monumental estupidez arcaica como Patria Roja sea aún determinante allí. Al rector sanmarquino se le debería elegir como al titular de una reguladora o de la Contraloría. Eso de la autonomía universitaria sólo ha servido para generar esas desgracias de claustros públicos. Y habría que botar de frente al 70% del profesorado, que enseña cosas de la década del 50. Bueno, la tendencia es clara: la incesante migración a la universidad privada va a terminar extinguiendo a la universidad pública. Pero lo malo es que ese darwiniano proceso le cuesta mucho al contribuyente.


CORREO

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