22.6.10

Hasta quemar la última molécula de gas en el Perú

Por Mirko Lauer

Acaba de darse en el sur un paro contra la exportación de gas. Como era previsible, el gobierno lo considera un fracaso, sus organizadores un éxito. En cualquier caso, como expresión colectiva de opiniones, la movilización ha sido importante, en una zona donde protestar es sobre todo una manera de hacer política. El asunto es más amplio que el gas.

Hay una parte de la política y de la población contestatarias buscando un tema capaz de aglutinar a muchos detrás de una candidatura. En un momento pensaron que los petroaudios/la anticorrupción iban a ser eso. Luego Bagua. Ahora es la exportación del gas, con ecos de la línea de Evo Morales. Bolivia exportará gas a Brasil hasta el 2019.

Petroaudios se volvió un asunto demasiado complicado y laberíntico como para su uso electoral de sinónimo de corrupción. A estas alturas se necesita un plano para ubicar a los malos y a los menos malos. Además no es fácil encontrarle al tema aristas territoriales o directamente vinculadas a la economía de las personas.

 Bagua rápidamente perdió octanaje como causa radical. La celebración del aniversario hace un par de semanas fue muy poco indígena, con solo cuatro dirigentes (Alberto Pizango & los hermanos Puerta) vestidos a la usanza. La marcha que se dio, con un par de miles de personas, fue bajo pancartas pidiendo paz.  

 A los dos anteriores intentos de aglutinación nacional se ha sumado ahora el gas, que tiene algunos importantes elementos para la agitación: intríngulis técnicos incomprensibles para el laico, data discutible, toca cuerdas nacionalistas, nada en el tema es comprobable a corto, y probablemente ni siquiera a mediano plazo.

 La idea-fuerza detrás del gas es la misma que en Bagua, y viene desde el Inca Garcilaso de la Vega: la expoliación de los peruanos en beneficio de extranjeros. Un argumento fuerte en el paro del gas, como lo fue en el paro del agua, fue que el producto iba a ser vendido a los chilenos (evidentemente clientes mexicanos tocan menos fibras).

 ¿Puede funcionar? Sí puede. En 1963 la promesa de resolver el asunto petrolífero de La Brea y Pariñas ayudó a Fernando Belaunde a llegar a Palacio, y en 1968 el mismo tema lo sacó de allí. Pero extrañamente el verdadero artífice político de la cuestión todavía no ha aparecido, y todo se limita a levantar presión.

 El gobierno ha sido tajante en afirmar que hay gas suficiente para un futuro de consumo en el país, así como que la inversión y el contrato que la acompaña, desde el 2002, van a ser respetados. Hasta el momento nadie realmente ha estructurado su campaña electoral en torno a una modificación de esos términos.



LA REPUBLICA

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