27.6.10

Debates y no insultos

Las elecciones en los países democráticos son una escuela de ciudadanía. En ellas, el elector escoge sus representantes, aquellos que en su nombre administrarán el Estado. Por esto son tan importantes la exposición y los debates de ideas y propuestas. Sea a nivel local, regional o nacional, la confrontación enriquece no sólo la cultura cívica y la información de los electores, sino hasta los propios planteamientos de los candidatos. Éstos deben, por tanto, promoverse. En tal sentido, la primera responsabilidad corresponde a quienes reclamas el voto del ciudadano. En segundo término, las instituciones de la sociedad, académicas, gremiales, laborales o comunales, deben asumir una actitud proactiva, exhortando e instando a los candidatos a exponer y debatir sus iniciativas. En tercer lugar, los medios de prensa necesitan cooperar en este empeño divulgando las propuestas, dándole cobertura y procurando reacciones de todos los actores sociales a las mismas.

En este contexto, las denuncias sobre malos candidatos o propuestas no idóneas tienen gravitación, porque el elector necesita estar informado de las acciones de los postores que aspiran a ser autoridades y personajes públicos. Y en ese carácter, la vida institucional de éstos puede y debe ser sometida al escrutinio ciudadano. Además –y esto está comprobado– son las denuncias mediáticas las que muchas veces descubren aquellos escándalos que hubieran quedado ocultos o pasado inadvertidos sin el contrapeso al poder político que supone la libertad de prensa.

Pero una cosa es la denuncia y otra la diatriba, el insulto, la difamación, y su marco nefasto. Es decir, la llamada guerra sucia que se hace con el único propósito de descalificar al adversario. No se atacan sus propuestas; no se debaten las ideas; ni siquiera se pone el énfasis en las denuncias –siempre y cuando sean éstas documentadas–; simplemente se ataca, insulta e insinúa malévolamente para echarse abajo a un postulante –contrario– a como dé lugar. El resultado es el desenfoque total de la campaña, ajena a los planteamientos locales, regionales o nacionales, y ligada a la denuncia infundada, al escandaloso ataque oral y al insulto. De la batalla de las ideas a la guerra sucia de las artimañas, las calumnias y los insultos.

Por cierto se impone aquí una referencia a la educación. Mientras más alto sea el nivel de los electores, mejores campañas habrá. Una población educada exigirá propuestas y no se contentará con la política como espectáculo, a veces denigrante. En este sentido, una vez más queremos relevar el esfuerzo -que el gobierno nacional y aquellos regionales y locales empeñosos y visionarios- están realizando por la educación, base del desarrollo socioeconómico sostenible.

En marcha ya el proceso de comicios municipales y regionales –y ad portas de las generales–, hacemos un llamado consecuente a las colectividades políticas –y en particular a los candidatos– para elevar el nivel de las contiendas que se avecinan, haciendo que estas elecciones sean realmente una escuela de civismo y ciudadanía.


EXPRESO

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