24.7.09

Conversar (en Madrid) no es pactar

Por: Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

La cita Ollanta Humala-Mario Vargas Llosa

Mucho más sorprendente que el encuentro de Ollanta Humala con Mario Vargas Llosa en su casa de Madrid, es la irritación que la cita produjo a algunos, revelando la pérdida de la sana costumbre del diálogo entre quienes no piensan igual.

Los dardos vienen de diferentes lados y van hacia distintos objetivos. Para empezar, están los mentecatos que critican a Vargas Llosa por reunirse con Humala, a lo cual agregan un supuesto interés subalterno suyo por aceptar el liderazgo para la concreción del Museo de la Memoria.

Pero la puntería principal se dirige hacia Ollanta Humala, a quien ‘acusan’ de utilizar la reunión para irse corriendo al centro político cuando, en realidad, ‘no ha cambiado lo suficiente’. A los de esta trinchera les cayó de perillas el incidente en que el parlamentario Víctor Mayorga apareció en el Congreso con un trío de impresentables que lo usaron de ‘tonto útil’, pero que es obvio que no tiene más significado que el que le quieren dar algunos aprovechados.

Volviendo a Madrid, el tema que más interés produjo la cita fue si Humala logró convencer a Vargas Llosa de que no es cáncer o sida (nunca quedó claro quiénes eran Ollanta y Keiko en esa figura). El ‘nacionalista’ sugiere preguntarle al escritor si ahora lo sigue considerado “peste o solo un resfriado”, mientras que se conoce –a través de Fernando de Szyszlo– que “nada de lo conversado ha hecho que Mario cambie de manera de pensar y así se lo dijo a Humala”.

Hay varios problemas en esto. El principal es la creencia absurda de que toda cita entre políticos debe ser para llegar a un acuerdo, convencerse o –peor aún– lograr un triunfo. ¿Acaso todas las conversaciones son para ganar o perder algo?
Ese supuesto es una consecuencia de la pérdida de costumbre por la generación de espacios de diálogo, especialmente entre los que piensan diferente, con el único interés de conocerse, tender puentes y eliminar prejuicios, lo que no implica –¡por favor!– ceder posiciones o renunciar a principios.

Asimismo, no deja de ser extraño el interés de Humala por obtener una especie de ‘bendición’ o espaldarazo de Vargas Llosa o, al menos, de persuadir a alguien que su propia amiga brasileña y notable intelectual Nélida Piñon, de visita en Lima, define como una “excepcional intransigencia honesta”.

Sería magnífico que políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales, etc. reactivaran la sana costumbre del diálogo solo para tender puentes, romper prejuicios y no necesariamente para convencerse. Y mejor sería hacerlo antes de que se venga con todo la temporada electoral, un período en el que la mayoría ya anda con la cara pintada en son de guerra.

LA REPUBLICA

No hay comentarios: