23.7.09

Reforma del Estado, tolerancia e inclusión

DESPUÉS DEL MENSAJE PRESIDENCIAL DE FIESTAS PATRIAS

Por: Enrique Bernales Ballesteros Politólogo

Todo gobierno suele atravesar durante su mandato por tres etapas: la de la ilusión, de la acción y de mantener lo ganado y corregir lo que se hizo mal. Si aplicamos este criterio a la gestión del presidente García, el tiempo de la ilusión y de la acción corrieron raudamente durante estos tres años y queda por delante la etapa de mantener y rectificar.

¿En qué consistió el período de la ilusión? Superada la euforia de las promesas, no siempre realizables, se gestó la esperanza de una segunda gestión del presidente García, superior a la anterior. Así ha sido, pero la ciudadanía esperaba más. Aguardaba el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, que la tasa de crecimiento económico fuese acompañada por una propuesta redistributiva mediante políticas sociales y programas para los más necesitados, el fortalecimiento de la lucha contra la corrupción y la reforma del Estado.

La etapa de la ilusión tiene como contraste la acción, que nunca está exenta de dificultades insalvables. La esperanza popular reclamaba al aprismo histórico uno de sus mejores lemas: “Justicia social”. Para lograr ese camino el Apra tenía que fortalecer un espacio político propio — el de centroizquierda— y manejar a discreción el centro para propiciar consensos y atender demandas justificadas de su lado izquierdo. Esta dinámica no implicaba enemistarse con la derecha democrática, que por democrática es razonable y dialogante. Pero el gobierno aprista cometió un error de cálculo político y antes de poner al día sus viejos espacios, prefirió acomodarse en el espacio de la derecha. No es grave ser gobierno de derecha, pues hay experiencias notables por su capacidad de negociar acuerdos y flexibilizar políticas. La democracia es diálogo, acuerdo y, por tanto, cesión programática.

En esa perspectiva —la de gobernar desde la derecha—, debe reconocerse que el gobierno del presidente García presenta logros significativos: el sostenimiento del crecimiento económico, la promoción de un marco favorable a la inversión privada, el libre comercio con las potencias económicas, el sostenimiento de los diálogos que redujeron las tensiones sociales (especialmente con Del Castillo), el respeto a las instituciones democráticas, entre otros.

Pero también se dieron fallas que no debieron ocurrir: políticas sociales con impacto insuficiente, olvido de la promesa de renegociar contratos (algunos de ellos, leoninos), ortodoxia rígida del discurso neoliberal en lo económico, intolerancia y confrontación excesiva con otras opciones políticas. No se dio curso a la esperada reforma estatal. La administración pública continuó siendo lenta y burocrática, la estructura legislativa cargó sus viejas rémoras, lentitud judicial, pereza en los procedimientos administrativos, desconexión con la vida municipal y regional.

Esta tercera etapa, que viene adelantada, es la más complicada, pues, suele estar acompañada por pérdida de aceptación. Sería conveniente preparar el terreno para las reformas institucionales y fortalecer los mecanismos de diálogo con las fuerzas políticas, para llegar a acuerdos.

Convendría en esta etapa promover la concertación y alistar la continuidad de un modelo cuya perfección debe radicar en la redistribución y las políticas sociales.

Aspiramos a que el período que se abre, luego del mensaje presidencial de Fiestas Patrias, sea promotor de tolerancia; que bajo esta inspiración el Gobierno consagre estos dos años que nos separan del 2011 a un trabajo intenso por la reforma del Estado, el reforzamiento de la democracia y una modernización inclusiva.

EL COMERCIO

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