22.7.09

En la esquina me bajo, ¿o no?

Por Mirko Lauer

Los muertos en las calles y carreteras ya son noticia diaria. Tantos que ya sorprende que los medios recojan el hecho, de tan frecuente. Quizás el tema ya atrae solo por la curiosidad pública respecto de hasta dónde puede llegar la cosa. Sin duda puede llegar lejos: los casos y las cifras van en ascenso, como el número de vehículos en el país.

La matanza ya ha derrotado olímpicamente al programa de Tolerancia Cero, y es muy probable que derrote al reglamento de tránsito que recién se estrena. Los choferes y los dueños de empresas de transporte están ganando la batalla por pura acumulación de cadáveres, como si el número de las víctimas desafiara toda solución.

Así, morir en el transporte público terrestre se ha vuelto un fenómeno natural, como los temblores, por ejemplo. Muertos + repetición del hecho + impunidad + paso del tiempo + dispersión de los escenarios luctuosos por el territorio = olvido del anterior accidente, por así llamarlo. Nadie ha encontrado la forma de desagregar esa suma de elementos.

A pesar de ser tan frecuentes las tragedias, en realidad no se sabe mucho sobre ellas. ¿Hay un registro, o por lo menos una página web, de causantes de accidentes, empresas comprometidas, deudos de víctimas con derechos, juicios abiertos, sanciones aplicadas, pagos de seguros, o explicaciones de lo sucedido?

Si existen tales cosas, están a muy buen recaudo, y ciertamente no existen en la memoria pública. Los pasajeros se siguen subiendo a las unidades de transporte sin chistar, ya que no les queda otra alternativa. Seguramente se encomiendan a la divinidad o a la estadística, esperando que no les suceda a ellos lo que ya les ha sucedido a tantos.

La cosa puede ser incluso peor. A menudo un policía quiere inmovilizar un vehículo porque es inseguro, o porque el conductor está en un estado de conciencia inseguro, y termina descubriendo que los pasajeros prefieren seguir su camino que su propia seguridad, no se diga ya el cumplimiento de la ley. Punto a favor del peligro.

Como la seguridad en calles y carreteras no figura en los pliegos de reclamos sindicales, o los programas políticos, o los manifiestos de protesta, debemos suponer que los usuarios no se encuentran tan insatisfechos por este asunto como deberían. Puede ser que, después de todo, siempre son otras personas las que fallecen, y no uno.

A estas alturas es evidente que el problema les queda grande a la policía y al MTC por igual. Tampoco parece que veremos pronto una asociación de usuarios eficiente en este terreno. Para los choferes parece más importante el tema de la papeleta. Por último, es poco probable que los propietarios se desplacen en sus propias unidades de transporte.

LA REPUBLICA

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