26.7.09

Después de alunizar

Hace cuarenta años que los Estados Unidos de América –y con esa nación, la humanidad– llegó a la Luna. Inclusive desde entonces se agregó un nuevo verbo al lenguaje humano: alunizar (“posarse en la superficie de la Luna”).

Ahora, más allá del espacio-tiempo de cuatro décadas que nos separa del evento contemporáneo más importante para la civilización, y de la diferencia de tecnologías y conocimientos espaciales desde la era del Apolo 11 a los más sofisticados aparatos de la actualidad, el mensaje es el mismo (y uno a la vez insoslayable): la tenacidad del hombre, un ser privilegiado capaz de llegar a cumplir los desafíos más complicados para materializar sus más caros sueños.

Por ello es necesario que los jóvenes, y por supuesto los adultos –que entonces fueron jóvenes testigos de tamaño acontecimiento transmitido por tv el 20 de julio de 1969– no vean tamaño suceso de forma superficial sino como invitación a la reflexión, usando aquellas palabras del astronauta Neil Armstrong, primer ser humano en pisar la Luna: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Al margen de los diversos adelantos científicos y tecnológicos que el alunizaje desencadenó en el planeta, cabe preguntarnos hoy si la civilización es capaz de concretar logros mayores, en defensa, precisamente, de nuestra futura existencia. Porque las amenazas aparecen por doquier contra el planeta Tierra, y lo peor es que vienen del interior de ella misma, de quienes la habitamos, del propio hombre que pudo conquistar la Luna hace cuatro décadas.

Si una misión tan difícil como fue llegar a la Luna se pudo conseguir –pese a que para muchos era casi imposible de realizar–, entonces por qué ahora no somos capaces de alcanzar otros logros, pero dirigidos concretamente a beneficiar a toda la humanidad, haciéndola partícipe de un desarrollo y progreso impulsado por la ciencia, la técnica y por sistemas políticos democráticos que invitan a la libertad, al conocimiento y al progreso, evitando propinar más males a esta aldea global que nos alberga. Para esta tarea, no se necesita construir ideologías destructivas ni generar más movimientos ideologizados pro derechos humanos ni de ecologistas radicales que condenan al atraso a seres humanos que viven en la extrema pobreza. Se requiere solo sentido común, así como mejorar nuestra percepción de las cosas para convencer y convencernos a través de veraces programas educativos, óptima información y mejor ejecución de decisiones que no se queden en la palabrería acostumbrada de los más grandes líderes mundiales.

El comandante de la misión espacial que aterrizó en la Luna fue Neil Armstrong. Estuvo acompañado de Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins. Los tres son ejemplos vivos de aquella hazaña fenomenal que ha cumplido su aniversario N° 40, de modo que –sin dejar de lado la necesidad de seguir investigando y explorando el universo con sondas espaciales– igualmente requerimos otros paradigmas con ese mismo tesón para conseguir nuevas hazañas planetarias en temas ecológicos, económicos y sociales. Recordemos que ya no se trata de quién llega primero a la Luna, un estadounidense, ruso o chino, sino de materializar e irradiar el espíritu de superación y cooperación a fin de que más naciones derroten el hambre y la contaminación al encaminarse por la senda de la libertad y el desarrollo.


EXPRESO

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