23.7.09

Masacrando el dato concreto

Por Mirko Lauer

Se ha vuelto norma en los textos más furiosos en torno de los sucesos de Bagua referirse a ellos como una masacre, sin precisar de qué se trató exactamente. Este tipo de manipulación viaja particularmente bien en aquellos textos que aparecen en la red postulándose como una denuncia, sin contexto alguno.

Quien lee que hubo fuerzas del orden enfrentadas a grupos de nativos y luego una masacre no tiene cómo imaginar que la gran mayoría de los asesinados fueron policías, no nativos. Por si acaso este dato clave se filtrase, hay textos que siguen presentando un abultado número de víctimas nativas que no corresponde a la realidad.

Todo esto es simple desinformación, una táctica de propaganda de la que hoy nadie se priva en el mundo. Como la idea de que los nativos pueden ser más asesinos que los policías va contra cierto sentido común, en este caso la palabra masacre va camino de volverse sinónimo de culpa de la policía que llegó a reprimir.

Hay otros textos en los cuales cuando se vuelve evidente que la policía llevó la peor parte se pasa a acusar de la masacre (policías y nativos) a la ineficiencia del gobierno. Con lo cual otra vez se evita ubicar también a los nativos en el papel de los que mataron, en algunos casos incluso con evidente alevosía.

Es notoria, de otra parte, la ausencia de textos que reclamen los sucesos de Bagua como una victoria de los nativos sobre el terreno, y de sus apoyadores a la distancia en el espacio político: menos bajas, revocatoria inmediata de las cuatro leyes más cuestionadas, atención preferencial por parte del gobierno.

La puesta en marcha de una comisión mixta para establecer qué sucedió exactamente y cómo ha encontrado resistencias en los dos extremos del espectro ideológico. El argumento es que no se va a llegar a la verdad, pero un malpensado podría suponer que también es porque a la hora de lanzar acusaciones la verdad no interesa, y más bien estorba.

Gabriel García Márquez (citado por Michael Reid) cuenta que como las bajas de la huelga del Magdalena contra la United Fruit en los años 20 que aparece en Cien años de soledad eran realmente pocas, se tomó la licencia literaria de elevarlas a 3,000, para que los cadáveres llenaran los vagones de la historia. La cifra luego adquirió vida propia en la realidad.

Son varios los sectores que desde el inicio han querido establecer una versión de Bagua con “vida propia”. Un mínimo respeto por los muertos de ambos lados desaconseja este camino, y quienes se declaran interesados en alguna forma de efectiva justicia por lo sucedido deberían entenderlo.

LA REPUBLICA

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