24.7.09

El círculo vicioso de los radicales

El problema es que mientras más violencia ejerce esa opción en las calles, menos posibilidades electorales tiene. Y a mayor fracaso electoral, más desesperación violentista

Por: Jaime de Althaus Guarderas

La “gaffe” —si lo fuera— del congresista Víctor Mayorga, de apadrinar una conferencia de prensa de ex requisitoriados por terrorismo, muestra claramente los límites electorales del nacionalismo y de la izquierda en general. Mientras Humala se esforzaba en conseguir la bendición de Mario Vargas Llosa, Mayorga hacía evidente el doble juego, por lo demás también traslúcido en otras declaraciones ambiguas del líder nacionalista.

Humala necesita moderar su imagen para captar electorado de centro, pero al mismo tiempo se ve obligado a respaldar e incluso azuzar movilizaciones radicales no solo por convicción sino para no perder bases ahora disputadas por las candidaturas alternativas de Marco Arana y Miguel Palacín (de Conacami) Por eso Humala no puede hacer deslindes claros con Patria Libre ni con movimiento radical alguno.

Pero el violentismo aleja al electorado. Mayorga apareció, por ejemplo, además, junto a José Carlos Abarca, el incendiario de Canchis. El problema —ya no solo de Humala, sino de los grupos más radicales— es que mientras más violencia se ejerce en las calles, menos posibilidades electorales se tiene. Es un círculo vicioso. Pues a mayor fracaso electoral, más desesperación violentista. Por eso la izquierda termina planteando la revocatoria presidencial, adelanto de elecciones y asamblea constituyente. No solo porque ese es el libreto chavista, que posee financiación, sino porque está implícito en el método de lucha. En la medida en que la violencia callejera y los paros forzados alejan la posibilidad electoral, solo queda el “putch” revolucionario.

En muchos casos las paralizaciones se imponen por la fuerza y el límite entre dirigencia radical y banda delincuencial no es muy claro. Es una lástima, porque no cabe duda de que al país sí le haría bien un debate electoral en el que quienes planteen políticas críticas o alternativas lo puedan hacer racionalmente, no con una piedra por delante. Eso enriquecería a todos.

El problema es que esas modalidades de lucha, que son un rezago anacrónico y caricaturizado de las viejas tesis revolucionarias, se han reactivado gracias al aliento, esperanza y dinero del eje bolivariano. Y a ese juego responde también Humala. Por eso, tampoco puede hacer un deslinde claro ese frente.

Por eso, resulta fundamental pasar a la ofensiva no solo en el diálogo y la lucha contra la pobreza en la sierra, con toda la fuerza técnica y presupuestal posible, sino generando una presión para denunciar ante la OEA, por violación de la Carta Democrática, a aquellos gobernantes que aprovecharon la democracia para llegar al poder y una vez allí cambiaron las reglas de juego para someter a las instituciones, a la oposición, a la prensa y reelegirse indefinidamente. Que son los que quisieran incorporar al Perú a su red.

EL COMERCIO

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