19.7.09

Cuestión de confianza

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

A propósito de la muerte de Walter Cronkite

El viernes, en Nueva York, a los 92 años, murió Walter Cronkite, el hombre más confiable de Estados Unidos por la credibilidad que obtuvo durante su trayectoria como periodista.

La credibilidad es la mayor fortaleza que puede lograr una persona, desde el médico con sus pacientes, el maestro con sus alumnos, el abogado con sus patrocinados, el futbolista con su hinchada, el sacerdote con su feligresía, el periodista con su audiencia, o el presidente con la ciudadanía.

Cronkite la construyó desde el noticiero de televisión que condujo a la seis de la tarde, entre 1961 y 1982, donde ofrecía ‘su’ verdad de las noticias que narraba. La gente podía eventualmente discrepar de su opinión, pero jamás puso en duda que esta nunca era influenciada por motivos subalternos.

Tras visitar Vietnam, Cronkite comentó en su programa que EEUU no podía ganar esa guerra; poco después, el presidente Lyndon B. Johnson anunció que no iba a la reelección, y dijo: “Si perdí a Cronkite, perdí al americano promedio”.

La construcción de la credibilidad de un periodista exige que su opinión sea independiente de cualquier tipo de poder: político, económico y especialmente de los gobiernos.

El periodismo ha perdido credibilidad en las últimas décadas. En Estados Unidos, por su penoso papel de comparsa de George W. Bush después del 11/S. En el Perú, esta se derrumbó después de que el fujimontesinismo comprara líneas editoriales de los medios, principalmente de la televisión abierta.

La reconstrucción de la confianza y la credibilidad del periodismo peruano debe enfrentarse a varios problemas, desde la voluntad del propietario de respaldar un periodismo realmente decente e independiente, hasta el esfuerzo sostenido del presidente Alan García y una parte del gobierno por desprestigiar a la prensa que no está dispuesta a ser su ayayera.

García cree que su gobierno sería exitoso si no lo criticaran, y ha intensificado el embate desde el último perro del hortelano (‘A la inmensa mayoría’). Incita “a usar más el teléfono y el internet para exponer en radios y blogs”, “enviar cartas a los medios”, y llama “pigmeos mentales” a sus detractores.

En esa línea van los ‘pedidos’ de ministros que creen que el periodismo es sucursal de sus relaciones públicas; los ataques de ‘colegas’ a los que no se alinean con Palacio; los insultos de gente vinculada al gobierno que llenan los comentarios a las columnas de opinión –como esta– en las webs; y hasta las campañas publicitarias pagadas con la plata de todos para embellecer la imagen de Alan García, quien cree que así va a recuperar la confianza y credibilidad que hoy carece, no por culpa de la prensa, sino de sus propios errores.

LA REPUBLICA

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