26.7.09

El Apra, ¿un partido zombie?

Por Mirko Lauer

Muchos cuadros apristas ven con cierto pesimismo las elecciones regional-municipales del 2010. En el 2002 el partido ganó la mitad de las regiones, y en el 2006 eso se redujo a un par. El temor en el Apra es que una ola de izquierda vuelva a arrinconar al partido, confinándolo otra vez a un par de regiones del norte del país. Un resultado con ribetes plebiscitarios.

Quizás más importante que si el Apra gana o pierde es si se volverá a repetir o no el amplio triunfo de figuras moderadas e interesadas en llevar adelante una buena administración. Son las que se llevaron la pasada elección, con la excepción de Ancash y Puno, donde ganaron políticos contestatarios e ineficientes, que hoy buscan la reelección.

Los cuadros apristas ubicados sobre el terreno en todo el país no esperan mayor ayuda del gobierno saliente, y hoy expresan temor por el avance del radicalismo de izquierda, algo que para ellos incluye la presencia de agentes externos con recursos e influencia. Ese sería el origen del comentario de Alan García sobre una guerra fría en territorio peruano.

Hoy el Apra no es un partido gobernante, y ha sido reducida a los términos de una maquinaria electoral. Pero hay problemas para esto último: la organización funciona en base a la disciplina, pero sin el menor punche ideológico, condición indispensable para dar una batalla política exitosa en un terreno social radicalizado.

La varita mágica del Apra es Alan García, que ha hecho la diferencia entre obtener votaciones ridículas y ganar la presidencia de la República más una bancada considerable en el Congreso. ¿Funcionará el encanto endosado de García en el 2010 y en el 2011, en el entendido de que él lo desee? No parece haber en el Apra un solo interlocutor capaz de emplazarlo en estos términos.

La versión de algunos cuadros distantes del gobierno es que el Apra existe hoy como un partido zombie, que además de realmente no gobernar se dedica a una vida partidaria esencialmente sin ideología, dedicada al ancestral culto al líder máximo. Esto último expresado en una inacción por la que se le ha reclamado en el 2006.

Lo anterior calza bien con la difundida idea de que el Apra no tiene cómo ni con quién ganar las elecciones del 2011, y que su papel se limitaría a evitar el triunfo de un candidato inconveniente para ella. Una versión de lo que en cierto modo hizo en 1990, en lo que terminó siendo un bumerán para el partido como organización.

¿Qué dicen las bases? Muy poco. Hay voces descontentas en la red, pero no realmente movimientos disidentes como los de otros decenios. La antigua ideología ya no es convincente, y no parece haber más ideas nuevas que la modernización de derecha del alanismo. El sueño social-demócrata de los años 90 ha quedado perdido en la traducción de lo viejo a lo nuevo.

LA REPUBLICA

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