23.2.10

El palabrero de los hechos

CESAR LEVANO
El presidente Alan García rindió ayer homenaje al General Manuel Arturo Odría… perdón, quise decir: a Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del Apra.

Mi confusión se debe a que García plagió una expresión del general que fue dictador del Perú entre 1948 y 1956, lapso en el cual no sólo apresó, desterró y mandó torturar a miles de apristas y comunistas, sino que incluso hizo perseguir y matar al dirigente sindical Luis Negreiros Vega, quien formaba parte del Comando Nacional del Apra, que actuaba en la clandestinidad.

Odría empleó como lema de su gobierno la frase “hechos, no palabras”. García, por su parte, expresó que rendía homenaje a Haya “con obras y no con palabras”.

Afirmó García en la conmemoración del programa Agua para Todos: “no tenemos otro objetivo en la existencia que servir al pueblo”. Como si el país no supiera que el régimen actual carece de programa, precisamente, respecto a la crisis del agua que amenaza a la costa peruana y que puede significar falta de agua para todos.

García es un palabreador infatigable. Pero sus palabras no pueden encubrir algunos hechos. Por ejemplo, su afán de servir no precisamente al pueblo, sino a las grandes empresas mineras y de hidrocarburos, y, de paso, a sus cuentas personales. No es servicio al pueblo el intento de despojar de sus derechos a los nativos de la Amazonía.

Tampoco la negativa de mejorar el salario mínimo o el contubernio con los despidos masivos de sindicalistas sirven al pueblo. Y nadie va a creer que éste se ve favorecido con el amparo a delincuentes prontuariados para que maten obreros.

En algunos aspectos, el dictador Odría reveló mayor sentido social que García. Estableció, por ejemplo, el salario dominical y no se le ocurrió amparar la negación de derechos como la jornada de ocho horas (ahora hay jornadas de hasta 14 horas).

Odría fue el primer gobernante que en el Perú introdujo la política económica que el neoliberalismo ha impuesto luego. Suprimió el control de cambios bajo la inspiración de Pedro Beltrán. Jorge Basadre, con todo el peso de su rigor intelectual, alude en La vida y la historia al apoyo financiero que los grandes exportadores agrarios y mineros dieron al cuartelazo de Odría en 1948.

En la introducción de esa política pesó el consejo del economista estadounidense Julius Klein. Nadie se percató hasta hoy de que ese doctor Klein fue uno de los que, hasta semanas antes del crash de 1929, afirmó que la economía iba viento en popa, y que se venían tiempos mejores para el capitalismo mundial. Consta en el libro The great crash de John Kenmeth Galbraith.

En mi memoria vibra una frase de Manuel Seoane en un mensaje enviado desde el destierro: “Usted fregó la cosa, mister Klein”. ¿Hubiera aprobado el “Cachorro” la política de García?


LA PRIMERA

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