27.2.10

Jurassic Park (II)

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Lo que hubo por mucho tiempo en Latinoamérica no ha sido una verdadera economía de mercado sino la aplicación por retazos de algunas recetas liberales, como la privatización –no siempre transparente– de algunas empresas públicas y la captación de capitales golondrinas, mezcladas con tasas impositivas confiscatorias para financiar un elevado gasto público del Estado, rigidez del sistema de contratación laboral y trabas burocráticas e innumerables trámites que alentaron la informalidad empresarial.
La verdadera economía de mercado es exitosa porque brinda reglas de juego estables y transparentes que crean un ambiente propicio para las inversiones a largo plazo. Esto explica cómo Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Nueva Zelanda e Irlanda han logrado en apenas 25 años un importante grado de desarrollo económico. Es la manera más eficiente para fomentar la prosperidad.


Es cierto, por otro lado, que una porción del planeta vive en la más espantosa pobreza, como por ejemplo África. Pero eso ocurre justamente porque es la parte menos liberal del mundo, con la mayor cantidad de regulaciones y controles.

Cómo hacérselo entender a quienes con sus anteojeras ideológicas perpetúan la miseria en nuestro continente. En vez de paporretear a Marx, Chomsky o Stiglitz, deberían ampliar sus horizontes y tomar en cuenta lo que dicen estudios como el del economista Guillermo de la Dehesa, consultor del Banco Mundial sobre liberalización del comercio y asesor de varios gobiernos en privatizaciones.

Los resultados que recopila De la Dehesa se pueden resumir en que al mismo tiempo que se ha acelerado la globalización durante las últimas dos décadas, se ha dado una significativa reducción mundial de la pobreza absoluta, excepto en África y parcialmente en Latinoamérica. En el primer continente no ha habido reformas estructurales en su conjunto y en la segunda región las reformas han sido pocas, mal instrumentadas y lentas.

Cierto que no todo es color de rosa en torno a la globalización y la economía de mercado. No obstante, con todos sus defectos, los resultados están a años luz de aquellos en que los Estados “benefactores” solo arrojan un pescado a los pobres pero no les enseñan a pescar.


la razon

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