28.2.10

El poder y la gloria

Autor: Fritz Du Bois

Hace 34 años, en Londres, presencié el mensaje del entonces primer ministro, Harold Wilson, en el cual sorpresivamente renunció al cargo porque quería pasar más tiempo con su familia ya que se sentía agotado. Para alguien que venía de un país en donde los presidentes solo salían de Palacio ya sea a consecuencia de un golpe de Estado o para ser enterrados, el concepto de alguien abandonando voluntariamente el poder me parecía estrafalario.

Lamentablemente, pese al tiempo transcurrido, el apego al poder que demuestra la mayoría de líderes latinoamericanos no ha variado. Ahí están todavía los hermanos Castro bien atornillados y con el mismo desprecio hacia sus ciudadanos. Ni siquiera se han inmutado porque alguien prefiera morir en una huelga de hambre antes que seguir viviendo en su país. ¿Qué sentido puede tener el gobernar si los ciudadanos a los cuales debes servir prefieren la muerte porque están tan desesperados? Solo queda asumir que la droga del poder es tan fuerte que satisfacer la adicción es lo único que los está guiando.

Por otro lado, el poder sigue siendo la manera más rápida de enriquecerse en nuestra región. El caso de los Kirchner en Argentina es el más evidente. Desde que llegaron a la Casa Rosada –de la cual no van a salir con facilidad con el truco de la rotación matrimonial– han logrado multiplicar seis veces el ya abultado patrimonio familiar que habían acumulado en el gobierno regional de la Patagonia. Esto a pesar de que se supone que gobernar su país los tendría totalmente ocupados.

A ellos, renunciar a sus empresas o vender las acciones de sus negocios ni se les cruzó por la cabeza. Tampoco parecen encontrar nada de malo en que todos sus amigos empresarios –los pingüinos– obtengan enormes beneficios gracias a contratos con el Estado. Sin duda, Sebastián Piñera –que está vendiendo todas sus empresas antes de entrar al Palacio de La Moneda– les debe de parecer un marciano.

Asimismo, todavía tenemos a los predestinados. Lo único que Chávez y Uribe comparten es que el poder los tiene obsesionados. Felizmente para el colombiano, la Corte Constitucional lo protegió de su propia ofuscación ya que las re-reelecciones siempre son desastrosas y él se merece ser recordado, no por la obsesión con el poder, sino por su excelente gestión. Si bien no ha sido totalmente voluntario, Uribe dejará el poder ya que aceptará la decisión.

Eso creo que nunca ocurrirá con Hugo Chávez, salvo que suceda alguna de las dos circunstancias mencionadas por las que tradicionalmente cambiaban de inquilino en Palacio. Ciertamente, es difícil verlo aceptando una derrota electoral y menos aún una decisión judicial. Pese a toda su retórica seudo revolucionaria, resulta ser el más tradicional de los caudillos latinoamericanos. Desafortunadamente, no va a ser fácil para el pueblo venezolano liberarse de él, por lo que su calidad de vida se seguirá deteriorando.

Finalmente tenemos al Perú, en el cual felizmente ya no existe reelección, pero la adicción se puede desarrollar también con otro cargo o mantenerse latente aun luego de un breve descanso. Ojalá que en poco más de un año elijamos a alguien que no caiga en la droga del poder.



PERU 21

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