28.2.10

Chile: solidaridad, prevención y ejemplo

Hacemos votos para que la hermana república supere prontamente esta tragedia que enluta la región


El devastador terremoto en el sur de Chile, que según cifras preliminares ha causado más de 300 muertos y millones de damnificados, ha conmovido al mundo. El presidente Alan García Pérez, en nombre de los peruanos, ya ha expresado las condolencias y sentimientos de solidaridad de nuestro país para con el hermano pueblo de Chile. Desde estas líneas hacemos votos especiales por los colegas periodistas que en medio de su propia tragedia cumplen con la penosa tarea de informar al mundo sobre lo ocurrido.

No podemos dejar de resaltar el rápido reflejo del gobierno sureño para enfrentar la tragedia y la organización del Estado no solo para responder a estos hechos impredecibles sino para contar con información oportuna y rápida sobre los daños, así como la alerta temprana de posibles tsunamis.

El sismo de 8,8 grados en la escala de Richter que sacudió Chile ha causado enormes daños en varias ciudades. Han colapsado tramos importantes de la red vial así como casas, edificios y algunas instalaciones industriales.

El Gobierno Chileno ha decretado como zonas de catástrofe varias regiones y, en una muestra de ejemplar madurez política y cultura democrática, coordina acciones con el nuevo Gabinete de Sebastián Piñera, que asumirá funciones el 11 de marzo.

Ante las dramáticas y dolorosas escenas de la tragedia chilena es inevitable reflexionar sobre lo ocurrido en nuestro país con el terremoto de Pisco, en el 2007, y subrayar las lecciones que —dentro y fuera de la esfera gubernamental— muchos se niegan a asimilar con peligrosas consecuencias a futuro.

Ha quedado claro que debemos crear una cultura de prevención y recordar que vivimos en una zona altamente sísmica, asentados en el llamado Cinturón de Fuego y en el área de influencia geológica de las placas de Nasca y Sudamericana.

Urge por tanto instalar una verdadera cultura de prevención transversal que abarque todas las esferas de gobierno, así como el ámbito de los hogares. Es impostergable, además, promover la excelencia en las entidades científicas y tecnológicas que siguen estos eventos, como el Instituto Geofísico del Perú, proveerlo de los recursos necesarios y equipamiento de última generación (como un detector de alerta temprana de tsunamis) y reforzar el Sistema Nacional de Defensa Civil.

Fundamental resulta vigilar el cumplimiento de las normas antisísmicas en las construcciones, especialmente de escuelas y hospitales. En las zonas rurales hay que erradicar la peligrosa e ilegal costumbre de ocupar —sea con fines de vivienda o de obras públicas— las zonas aledañas a los ríos. Las autoridades deben imponer con firmeza el respeto a las normas que prohíben tales ocupaciones por ser de alto riesgo.

Desde una perspectiva más amplia, hay que distinguir entre la etapa de emergencia y la de reconstrucción. Para la primera es crucial tomar en serio los simulacros de sismos en colegios y entidades privadas y públicas, que se implementen sistemas complementarios de comunicación (se ha repetido en Chile el bloqueo y saturación de celulares que sufrimos tras el sismo de Pisco).

En la etapa de reconstrucción, los peruanos hemos sufrido en carne propia los frutos de la improvisación, la descoordinación y hasta la corrupción, pues, a dos años y medio del terremoto de Pisco es poco lo que se ha avanzado. Chile más bien ha dado ejemplo de eficiencia, serenidad y organización desde el primer instante, transmitiendo seguridad y tranquilidad a sus ciudadanos. Los servicios han sido repuestos en el transcurso de las horas y las Fuerzas Armadas apoyan el proceso.

En el caso del terremoto de Pisco queda mucho por hacer y más aun por investigar para sancionar a los culpables de los retrasos para recuperar el orden, calidad de vida y el sentido de futuro de los iqueños.

Hacemos votos para que la hermana república de Chile supere prontamente esta tragedia que enluta la región.



EL COMERCIO

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