24.2.10

Neopresidentes

Por Mirko Lauer

La cumbre de Cancún ha alcanzado nuevas alturas en la redefinición de lo que significa un Presidente de la República hoy en el espacio latinoamericano. Que se trata de seres eminentemente mediáticos, ya se sabía. Pero con el paso del tiempo han ido pasando de representantes de países a figuras casi independientes en el show business político.

Quien más ha aportado a esta transformación es sin duda alguna Hugo Chávez, quien empezó parodiando los discursos kilométricos de Fidel Castro y ahora está perfectamente sintonizado con Twitter: “La OEA no sirve para nada”, “El gobierno de Obama se sigue inmiscuyendo en Venezuela”, “A ti te hablo, reina de Inglaterra. Deja quieta a las Malvinas”.

Pero las nuevas alturas a las que nos referimos son más bien los sucesos en torno de las diferencias entre Bogotá y Caracas. Empezó con un cambio de palabras entre los dos presidentes. Uno de ellos le exigió más virilidad al otro. El aludido amenazó con retirarse de la reunión. De inmediato un grupo de compadres (eso parecían) intervino para separarlos.

Luego los ánimos se calmaron y los enfrentados aceptaron la mediación de un grupo de presidentes amigos para resolver sus diferencias. A estas alturas de la lectura de los cables uno no sabe si el cambio de palabras ha sido más personal o nacional. Resulta difícil también entender cuál es el estatus de ese grupo conciliador formado a la carrera.

Hubo un tiempo en que la diplomacia presidencial era mal vista, sobre todo por su tendencia a mezclar la política exterior con la interna, un cóctel que puede producir mucha inestabilidad. Hoy cabe preguntarse si existe todavía en la región alguna otra forma de diplomacia que las aparentes soluciones al toque de muchos de sus presidentes.

La revolución en las comunicaciones ha ido elevando el perfil de los presidentes, al grado que en muchos casos ya resulta difícil distinguir entre la campaña presidencial y la gestión presidencial. Lo cual lleva a pensar que las fuentes de la popularidad están cambiando, y pareciéndose más al rating televisivo que al balance de logros.

Las cumbres, que se han multiplicado, son la vitrina de esta nueva situación. Allí se da la pugna por definir quién es el presidente-alfa del momento, una competencia que no necesariamente tiene que ver con la importancia relativa de los países. Chávez es el maestro en este tema, pero tiene cada vez más seguidores.

Cabe preguntarse qué harán los flamantes en lo de Colombia-Venezuela, cuando para los dos presidentes la confrontación parece ser una ganancia neta en términos de política interna. Raúl Castro lo dijo bien al extrañarse por tanta pelea en una cumbre por la unidad. Tiene razón. Solo que no sabe lo complicado que puede ser el sistema electoral.


LA REPUBLICA

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