22.2.10

Apuesta al futuro

El 8 de noviembre de l989, en el diario Le Monde, Mitterrand afirmó lo siguiente sobre la probable caída del Muro de Berlín: "Yo no lo veré; pero espero que mis hijos o mis nietos puedan presenciarlo". Un día después de este horroroso vaticinio, el Muro cayó convertido en mil pedazos, y el entonces Presidente de la Unión Europea tuvo que pasar por el más espantoso ridículo. No es pues fácil hacer de Nostradamus.

Aún así, voy a hacerle una apuesta al futuro: Castañeda todavía tiene techo para subir unos puntos más; pero cuando se inicie la campaña en serio; que consiste en proponer bien, atacar bien y defenderse bien (que es precisamente lo que no hace bien), comenzará a descender en las encuestas hasta estacionarse en un resbaladizo tercer lugar. Keiko podrá decaer un poco; pero una vez que baje de peso, le saque lustre a su Maestría en Negocios y logre demostrar que será ella y no su padre quien gobernará, las cifras volverán a ubicarla como la favorita para la Presidencia. El ridículo "fredemito moral" que Toledo propone (con Lourdes y Cataño, Castañeda y Comunicore) sólo la fortalecerá aún más.

El único que podría alterar este desenlace es este outsider de "mecha larga" llamado Bayly; el mismo que, por romper todas las leyes del marketing político, todavía no puede ser comprendido por nuestros acartonados analistas políticos. Lo que éstos han olvidado de tanto analizar "ciruelos", es que hay un carisma superlativo que raras veces aparece, y que es como un halo de luz que la naturaleza o la Providencia le otorga sólo a unos cuantos privilegiados. Este don: el fuerte, el majestuoso, el que es capaz de encandilar multitudes, lo tuvo Belaunde en 1956, Alan en 1985, Bayly, al parecer ahora. Si aprende a usar este poder (que lo tiene, aunque todavía no sea digno de él) no habrá fuerza alguna que pueda detenerlo.

En realidad, el único adversario que tiene es él mismo; pero si logra controlar sus demonios y no se cansa ni pierde la fe, ya verá él, y ya verán los que ahora ríen como este pueblo milenario, sufrido y generoso lo convertirá en su Presidente. ¿Y qué pasará después? Eso ya no lo puedo ver y no sé si esté vivo para entonces; pero allí estará el ilustrado e infatigable Enrique Ghersi como una garantía más que el Perú no se detendrá en su destino.



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