22.6.09

Color esperanza

No hay duda de que la población peruana se aferra tercamente a su entusiasmo, y mantiene una gran esperanza por mejorar su calidad de vida. Pese a que los indicadores económicos se han deteriorado significativamente en los últimos meses, es realmente sorprendente conocer el nivel de optimismo que tiene la ciudadanía aún.

Así tenemos que cuando la economía estaba creciendo a más de 10% –hace 12 meses–, un 22% de encuestados creía que su situación familiar sería peor en un año. Hoy, los pesimistas suman solo 16% pese a que el crecimiento económico no superará el 3%. Este optimismo demuestra el grado de aspiración que tiene la población por la superación, y es un activo invalorable que no se puede desperdiciar.

Lamentablemente en los últimos meses, por efecto de la crisis mundial y de la desaceleración de nuestro crecimiento –así como por efecto del desgaste político ocasionado por una serie de sucesos–, el gobierno ha dejado gradualmente de ser proactivo en materia económica y ha caído en una fase de inacción reformista. Incluso el plan de estímulo económico está basado principalmente en el gasto público, dejando de lado medidas promocionales para incrementar la inversión y el empleo, como si las expectativas tanto empresariales como de los consumidores ya se dieran como perdidas por completo.

Sin embargo, tenemos no solo esta encuesta, sino el hecho de que hubo cinco postores para la concesión de la autopista Trujillo-Sullana, con dos empresas ofreciendo el máximo, lo cual hizo que por primera vez se recurriera a un sorteo. Claramente, tanto a nivel del ciudadano como al de los inversionistas, hay el deseo de ser optimistas. Pero parecería que el gobierno está tirando la toalla y no tiene a mano medidas o reformas que busquen mejorar nuestra competitividad, por ejemplo.

Incluso, es probable que la inacción se torne aún peor, ya que con lo ocurrido con el D.Leg. 1090, la burocracia que hasta la fecha ha sido muy reacia a promover reformas de ese paquete promulgado hace ya un año –como es el caso de la ley MYPE–, encontrará la excusa ideal para justificar una parálisis total. De ser esa la situación, será muy difícil que se mantenga el optimismo todavía el próximo año, con lo cual la falta de ambición en la que está cayendo este gobierno habría desperdiciado esa valiosa esperanza y desilusionado a la población.

PERU 21

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