24.6.09

Sobre aduladores

César Lévano

El lunes último escuchamos a Jaime de Al-thaus quejarse de que el régimen de Alan García esté en el despeñadero, por culpa, según él, de la falta de comunicación. ¡Pero si él y sus congéneres cubren días, noches, semanas y meses en prensa, radio y TV tratando de convencernos de lo bueno que son los Decretos Legislativos de García!

No han convencido a nadie.

Los nueve puntos que pierde en un solo mes el presidente son, de hecho, una catástrofe no sólo para el gobierno, sino también para sus valedores periodísticos.

La encuesta nacional de Ipsos Apoyo elaborada por encargo de El Comercio no puede ser más cruel para quienes defienden la política neoliberal y los atropellos gubernamentales contra las etnias amazónicas, y contra todo el pueblo y el interés nacional.

La percepción de la opinión pública es rotunda: 84% desaprueba el desempeño de García frente al conflicto de la selva, 57% considera que el principal responsable de la muerte de policías y nativos es él.

Mercedes Cabanillas no se queda atrás. Un 77% desaprueba su gestión en el caso. Yehude Simon la acompaña en el dolor, con 69%.

Por supuesto, García defiende a Simon y Cabanillas. Sus razones, o temores, tendrá. Los periodistas afines a Alfonso Ugarte le harán coro.

Hace cien años, Manuel González Prada publicó su quemante libro Horas de lucha. Allí figura el ensayo “Nuestro periodismo”, en el cual se lee:

“En las grandes potencias, así como en los pequeños estados, los presupuestos consignan sumas destinadas a los periodistas oficiales y oficiosos, lo que se llama el fondo de los reptiles”.

Por esa misma época, otro peruano ilustre, cuyo nombre mencionaremos después, escribía sobre el poeta y periodista Mariano Amézaga:

“Atacó a la religión católica en una época de horrendo fanatismo, en que el propagandista de incredulidad se reducía a la condición de paria; y, lo que era todavía más audaz, atacó la inmoralidad de los gobiernos, los feos manejos de la hacienda pública, los escándalos del huano y del salitre y arrojó durísimas verdades al rostro de muy altos personajes”.

Y proseguía el autor: “Que hubo en su actitud intemperancia, sobra de intransigencia, exceso, nadie lo niega; pero fue exceso de celo, de valor y de bien. ¡Benditos en nuestro país tales excesos! Donde abundan los cobardes, los aduladores y los hipócritas bienvenidos son los que juran y cumplen el sagrado voto de proclamar la verdad íntegra y desnuda en cualquier circunstancia y ante cualquiera faz”.

Asómbrate, acucioso lector, lectora bella: el escrito es de José de la Riva-Agüero, el futuro marqués de Aulestia, el benefactor de la Universidad Católica. Su texto, que debiera enrojecer las orejas de más de un escribidor, figura en el tomo II de sus Obras completas, páginas 439/440.

LA PRIMERA

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