23.6.09

Para aprender las lecciones

ESPECIAL DIÁLOGO, ORDEN, Y PRINCIPIO DE AUTORIDAD

Por: Enrique Bernales Jurista

La crisis que vive el país no es coyuntural ni fruto de políticas equivocadas, aunque algo hay de esto; deriva de los profundos desencuentros entre los peruanos. Víctor Andrés Belaunde entendía la peruanidad como una síntesis viviente, un amasijo de razas y visiones que afloraba como una identidad distinta a la europea y a la indígena. Otros, como Haya, Mariátegui y Arguedas, rastrearon el Perú profundo. En un sentido orteguiano, la sabiduría es juntar todas las perspectivas para llegar a la unidad.

Así, el Perú no debe ser entendido solo como la raíz europea o el milenario ancestro, ambos deben confluir para un diálogo fecundo. Bagua nos hizo recordar el desencuentro histórico que la república no ha sido capaz de resolver. Por lo general, en el Perú la cultura que se impone sin reconocer vertientes ni proponer diálogos de armonización es la que Occidente construyó a partir del renacimiento y la era moderna.

También es impositivo el oportunismo político de quienes medran de equivocaciones y debilidades gubernamentales, pues utilizan los razonamientos de cultura dominante, pero esta vez para obtener condenables ventajas, sin importar cuánto de democracia se pierde. ¿No es acaso este ventajismo inmoral lo que caracteriza al ultrismo que marca ahora su impronta en este post-Bagua? Y, sin embargo, la lógica de la tolerancia y el diálogo tendrán que primar, para no ser cómplices de la violencia.

El reconocimiento de la diversidad es ahora la tarea prioritaria. Así, la dignidad debe ser el criterio esencial para entender por qué, respetando las costumbres y dinámicas étnicas, se deben proponer y conseguir la aceptación de derechos que son universales e irrenunciables, como la vida o la integridad. Lo que todos los peruanos debemos entender como verdadero y universal es la racionalidad de la persona humana y su dignidad. No debemos aplicar este razonamiento a lo contingente, a las ideologías y a las concepciones económicas.

Lo universal de la cultura occidental es lo que permanece y se deduce de la dignidad del ser humano. Lo demás, lo que configura el hábito, las reglas, la estética, el intercambio, la relación con los recursos materiales y el pensamiento son relativos; y, en este orden de cosas, nada más relativo y cuestionable que la pretensión de obtener réditos políticos de corto plazo, que antes que resolver conflictos no hacen más que agravar la intolerancia y las opciones tanáticas por la violencia.

Volvamos a lo razonable. El diálogo intercultural supone asumir la existencia de códigos distintos. Por ejemplo, para muchas etnias existe una simbiosis con su medio, la tierra es una extensión de ellos. Hagamos compatible esa visión con la de los otros.

Abogo por la reflexión sobre las lecciones que los sucesos de Bagua dejaron. No agravemos el posconflicto. Extraigamos como lección esencial la necesidad de entender más al Perú; aceptemos que una diversidad desconocida nos impone desafíos: uno, el de aprender a dialogar con mente abierta, y el otro, que la democracia no consiste en programar conflictos, donde la violencia para resolver demandas no atendidas reemplaza al diálogo y a la búsqueda de una solución consensuada. No hagamos que las muertes de Bagua sean más absurdas de lo que ya son. En el nombre y la memoria de policías y nativos caídos, hagamos todos el esfuerzo de la reconciliación y la paz.

EL COMERCIO

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