23.6.09

Cuanto más cambia, más se va volviendo la misma cosa

Por Mirko Lauer

Post-Bagua tóxico

Coletazos de Bagua: una encuesta nacional de Apoyo en que gobierno y oposición salen parejamente quemados, una racha de nuevas movilizaciones superpublicitadas (que El Comercio llama una arremetida de la ultraizquierda), y una probable censura parlamentaria en cierne al gabinete Yehude Simon. Las tres son emociones fuertes de la política. ¿Qué tienen en común?

Quizás comparten un generalizado sentimiento de que el caso Bagua ha debilitado al sistema político más allá de todo cálculo, señal de que ha comenzado una hora de medidas audaces en todos los sectores, de los dos lados de todas las barricadas. Lo que hasta hace unos meses eran incidentes menores hoy parecen antesalas de una crisis de gobernabilidad.

Nadie pensó que la solución del caso Bagua tranquilizaría realmente las aguas. Poco después del acuerdo con los nativos amazónicos Mauricio Mulder denunció la acechanza de cuatro grandes asonadas concertadas para seguir desestabilizando al régimen. Ha podido mencionar más, si nos atenemos a la relación de conflictos de la Defensoría del pueblo.

Por su parte varias organizaciones populares, sobre todo agrarias, anunciaron el empalme del fin de Bagua con un paro nacional para la segunda semana de julio. Movilizaciones como las de Cusco y La Oroya no han esperado tanto, y se han lanzado a perseguir sus reclamos específicos frente a un Ejecutivo debilitado.

Lo que El Comercio, que desde hace un tiempo viene editorializando desde un gran titular en la primera plana, llama ultraizquierda quizás lo sea en algunos casos. Pero mucho más importante es que se trata de personas desinteresadas del sistema político hoy. Que es más o menos lo mismo que dicen los encuestados por Apoyo sobre Bagua.

Por su parte quienes afilan cuchillos contra el gabinete en el Congreso lo vienen haciendo con prescindencia de sus entendimientos o coincidencias ideológicas con el Ejecutivo, o con indiferencia a lo que representa Simon en el espectro ideológico, o con los efectos de una crisis de censura en el movimiento de las calles.

Para quienes consideran útil la expresión antisistema, allí la tienen con todas sus letras: un Congreso antisistema, donde acaso todas las partes sienten que tienen algo que ganar con una crisis profunda del alanismo, y quizás tienen razón. Todos andan incómodos con la idea de un Alan García elector demasiado fuerte para el 2011.

Pero el antisistemismo es una carretera de ida y vuelta: de un lado es poco probable que el radicalismo de las movilizaciones ayude a Ollanta Humala, y de otro la nueva situación puede estar despertando algunas ganas oficialistas de tomar atajos hacia la normalización de las cosas. Cada vez menos gente está sabiendo para quién trabaja.

LA REPUBLICA

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