29.6.09

La vaca se olvida cuando fue ternera

El inaceptable golpe de Estado que se ha producido en Honduras es un salto al pasado, hace retroceder a América Latina a una época de intervenciones militares que considerábamos enterrada. Felizmente, el unánime rechazo internacional a este golpe militar nos lleva a esperar que durará muy poco.

Sin embargo, deberíamos reflexionar sobre el retorno de absurdas aventuras militares a nuestra región. Y es aquí donde el principal dedo acusador tiene que ser dirigido a la corriente chavista que recorre el continente. Ello, porque en todos los países del ALBA, sin excepción, la primera preocupación de sus gobernantes no bien son elegidos democráticamente –sin contar a los Castro, obviamente–, es buscar la manera de perpetuarse en el cargo. Al mismo tiempo, todos gobiernan sus países alentando y fomentando una permanente confrontación entre sus ciudadanos. Es decir, utilizan a la democracia para llegar al poder, pero cuando están en él, hacen uso de todos los medios a su alcance para destruirla o vulnerarla.

Lamentablemente, en América Latina aún subsisten elementos reaccionarios que no requieren de mucho incentivo o provocación para tratar de derrocar a un régimen democrático. Por tanto, luego de una década de convulsión, el único logro del chavismo para nuestra región es haber evitado que pasen a la extinción los cavernarios, de izquierda como de derecha, que ya no tienen lugar en sociedades y economías modernas. Flaco favor que nos hace Chávez a los latinoamericanos, condenándonos a seguir sufriendo una confrontación ideológica superada y olvidada en el mundo desarrollado.

Por otro lado, sería anecdótico y hasta gracioso, si el tema no fuera tan serio, que personajes como Chávez y Humala, que se hicieron de una carrera política después de haber intentado dar golpes militares –muestra de su poco apego democrático–, ahora sean los abanderados del orden establecido en Honduras, en contra de los golpistas militares. La vaca se olvida cuando fue ternera.

Por nuestra parte, este golpe debería de ser una señal de alerta sobre los riesgos que corremos si dejamos que el país continúe polarizándose. El caldeado ambiente, después de los sucesos de Bagua, requiere ser enfriado para evitar que se termine generando un espiral de radicalismo en ambos lados. Para ello, el presidente tiene que apelar a todos los peruanos y no solo a sus partidarios.

PERU 21

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