22.6.09

Jibarización

Uri Ben Schmuel
uribs@larazon.com.pe


Hay que admitirlo: el último sondeo nacional de Apoyo es desolador. Aunque la gran mayoría de los encuestados confiesa que no tiene la menor idea del contenido de los decretos legislativos, el 57% le da la razón a las comunidades selváticas y cree que en los enfrentamientos murieron más nativos que policías (además culpa al Gobierno de estas muertes). Y por si esto fuera poco, le parece normal que se bloqueen carreteras para protestar y desaprueba el uso (legítimo, debemos señalar) de la fuerza por parte de la policía para restablecer el orden. Y ojo que la encuesta no incluye el ámbito rural, solo quince ciudades totalmente urbanas. Imaginen los resultados si se preguntaba en el mundo andino y amazónico y en los centros urbanos periféricos. Probablemente la identificación con quienes protestaron hubiera sido mucho mayor.
Quizá el único consuelo sea que ni Humala ni Pizango han salido ganadores de este río revuelto. A éste lo desaprueba el 58% y a aquel el 59 por ciento (por cierto, 84% critica la actuación del presidente García en este asunto, 77% la de Cabanillas y 69% la de Simon). Y esto nos provoca citar al filósofo argentino Alejandro Rozitchner, quien en un artículo titulado “Basta de Pueblo”, escribió lo siguiente:


“¿Y si el concepto de pueblo fuera, en sí mismo y desde un principio, una idea alienante, poseedora de un sentido al que correspondería llamar ‘fascista’, es decir, provocador de sumisiones de todo tipo, despersonalizador, generador de jugadas de bajo valor político –incapaces de reconocer complejidades o diferencias– y promotor de sociedades extraviadas en una falsa idea de justicia? ¿No serán los defensores del pueblo, en definitiva, los que hunden al país, apoyándose en una idea que se supone buena, pero que en realidad empobrece a los individuos tanto como al conjunto nacional?

“¿Y si la idea de pueblo fuera siempre un instrumento de la pobreza, de la pobreza que dice querer dejar de serlo, pero realiza acciones y valoraciones que, en realidad, tienden a preservarla, porque la considera una verdad social y no una situación lamentable? ¿No será la idea de pueblo, de pueblo aguerrido, insurgente, verdadero, valioso, infalible, un reflejo de lo monstruoso de las sociedades, de una voraz sed de venganza, una modalidad del resentimiento incapaz de vehiculizar procesos reales de desarrollo y crecimiento?

“¿Y si cada vez que un ciudadano se embandera con el concepto de lo popular estuviera, en realidad, enarbolando como símbolo positivo una herramienta de su propio hundimiento y del hundimiento general? ¿No deberíamos tender a juzgar los conceptos por los resultados que producen, más que por su valor abstracto, y captar entonces la forma en que la defensa de lo popular entraña siempre un deterioro de la vida de las personas? ¿Cuál es la moral implícita en la idea de pueblo? ¿Una de responsabilidades que tienden al desarrollo o, más bien, una de simplezas exculpatorias y amenazantes?”.Que políticos y sociólogos saquen sus conclusiones. Para nosotros una cosa queda clara de esta encuesta y del desmadre de las últimas semanas (y del que se viene con todo): en el Perú, el Estado de Derecho y el sistema están cada día más jibarizados.

LA RAZON

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