22.6.09

La nueva moneda mundial

INVERTIR EN EDUCACIÓN


Por: Raúl Diez Canseco

Como efecto de meteoro cósmico no identificado, la recesión mundial golpea a todas las regiones del planeta y ratifica que, efectivamente, a decir del presidente estadounidense Barack Obama, “la Tierra se ha movido bajo los pies”. Según el reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el consumo mundial de electricidad bajará 3,5% este año por vez primera desde 1945. Y, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el comercio mundial declinará en el mismo período en un 13% con respecto al año anterior.

Se trata, sin duda, de indicadores contundentes que nos hablan de una crisis que ha puesto por tierra aquella noción de que el mercado se regula por sí mismo.

Nos preguntamos qué patrón monetario emergerá en las finanzas globales luego de la debilidad que muestran las monedas claves como el dólar, el euro y el yuan.

Permítame adelantar una tesis: en adelante, la única moneda válida, que jamás podrá depreciarse y, por el contrario, gozará siempre de vigor y de apreciación permanente en las valoraciones humanas será la educación. Esta es la clave de una economía del siglo XXI: sostenible, eficaz y eficiente.

De nuestra actitud como nación frente a esta crisis dependerá en gran medida revertir los efectos negativos de la crisis, y también hacer posible aquello que el economista Joseph A. Schumpeter llamó la destrucción creativa, para referirse a las oportunidades que toda depresión genera en sentido positivo. Parece que fue Albert Einstein quien dijo que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.

En lo personal, el factor crisis ha jugado un papel decisivo a lo largo de mi vida. Tenía 20 años cuando me inicié, a fines de los 60, en el campo académico luego de una crisis familiar generada por el cese de mi padre. Posteriormente, a principios de los años 80 y en plenas faenas empresariales con miras a consolidar en el Perú el negocio de franquicias, el componente terrorismo y sus amenazas no solo no nos amilanó, sino que fortaleció el temple de todos nuestros ejecutivos y colaboradores. “Somos peruanos, déjennos trabajar”, rezaba el aviso que salió un día después del estallido de un explosivo que hizo añicos parte de una de las tiendas de “fast food” de Miraflores.

De allí que creo que el Perú se halla frente a una extraordinaria oportunidad de sacar ventaja de las turbulencias financieras. ¿Cuánto de los US$139.000 millones que representó el año pasado la inversión extranjera directa en Latinoamérica vino al Perú porque tenemos mano de obra calificada o por mejor infraestructura para el desarrollo?

Nos ubicamos, pues, en una envidiable posición de manejar nuestro barco hacia puerto seguro. Lo lograremos con toda seguridad si innovamos, nos educamos, nos capacitamos e incorporamos cada vez más ciencia y tecnología de punta en el proceso productivo. La innovación no es otra cosa que la aplicación de nuevas ideas, conceptos, productos y servicios. Si los peruanos hemos superado grandes crisis y turbulencias en diferentes etapas de vida republicana, estamos seguros de que de la actual también saldremos inmunes. Es que para nosotros no hay nada más certero que aquello de “a grandes crisis, grandes oportunidades” y que la educación es la nueva moneda del mundo. Habrá dos tipos de países, los que saben y los que no saben. Aspiramos a que el Perú sea de los que saben.
EX VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

EL COMERCIO

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