11.6.09

Válvula de escapatoria

Acorralado por la enérgica lucha de los pueblos amazónicos, la solidaridad popular y la reprobación internacional, el gobierno de Alan García ha acudido a una engañifa.

Es un parapeto endeble frente al movimiento amplio y caudaloso que exige la derogación de decretos legislativos contrarios a la Constitución y al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, y lesivos a las comunidades nativas y al interés nacional.

La naturaleza política y social de la artimaña queda al descubierto cuando se ve las fuerzas que se aliaron para el caso: la bancada aprista, la fujimorista y la de Unidad Nacional.

El oficialismo vuelve a hablar de diálogo; pero insiste en lo mismo. Lo que buscan, afirman, es explicar lo que esos decretos realmente significan. Lo confesó anoche Aurelio Pastor en el Canal N: “El hecho de haber votado por la suspensión no significa que vamos a modificar los decretos legislativos”.

Eso no es diálogo. Es el monólogo del poder.

La respuesta no se ha hecho esperar: los nativos de la Amazonía han reiterado su demanda de derogación y la continuación de su lucha. Los sectores populares, que apoyan al movimiento amazónico, han reafirmado, por su parte, su decisión solidaria.

Ellos podrían decir, parodiando el bolero, “yo sé que soy una mecida más para ti”.

La suspensión de los decretos legislativos 1090 y 1064 indica que la derecha reconoce que en ellos se concentra el repudio general. Pero el afán de suspenderlos, y no derogarlos, encubre el propósito de mantenerlos.

Las marchas de hoy indicarán en qué medida la maniobra urdida en casa de Lourdes Flores -a la que Alan García calificó antes de “candidata de los ricos”- no ha engañado a la población.

Esa maniobra encierra, por otra parte, un peligro digno de tomar en cuenta. La vocación fascista de Alan García, que desató la masacre de Bagua y condujo a la venganza de los nativos contra los policías, lanzados éstos como carne de cañón, recibe la bendición colectiva de la derecha.

Esto implica un realineamiento y una liga guiada por la defensa de intereses oligárquicos y transnacionales, liga que enarbola el pabellón con calavera de la represión y el genocidio.

Con esos signos se presenta hoy la alianza impopular. Por eso mismo, la solidaridad con los hermanos amazónicos y la lucha por los derechos obreros y populares debe invocar y abarcar la más amplia unidad de los sectores progresistas y democráticos.

La alianza plasmada en el Congreso preludia una conjura para defender el viejo orden de abuso, injusticia, desigualdad, discriminación y pobreza (en un país cuya estadística oficial considera pobre a quien gana 250 soles mensuales; pero excluye de esa categoría al que percibe 252).

La derecha salvaje percibe que sus intereses corren peligro. Por eso se une.

LA PRIMERA

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