Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
Se requiere más diálogo, menos matonería.
a entrevista ofrecida ayer por Mercedes Cabanillas a La República constituye una revelación patética no solo de la difícil circunstancia por la que ella atraviesa sino del gran atolladero en que se ha metido todo el gobierno. Salir del mismo requerirá inteligencia antes que la prepotencia con que está respondiendo.
Las declaraciones de la ministra del Interior sobre la mayor tragedia policial que se recuerde la presentan en el reino del ‘no sabe/no opina’, del ‘mayormente desconozco’ y del ‘soy ministra pero no sé nada’ pero, principalmente, desesperada por evadir una responsabilidad política ineludible, lo cual, además, agravará la alicaída moral de la Policía Nacional.
Si Cabanillas, que tiene temple y experiencia política, anda en esa actitud, se puede entender el endurecimiento adoptado por el gobierno en su conjunto, el cual está respondiendo a la crisis con la misma torpeza que tuvo cuando se metió en ella, por su exclusiva responsabilidad y no por la conspiración que inventa para camuflar su ineptitud y arrogancia.
Hoy el gobierno enfrenta un cuadro descalabrado por la confluencia de varios factores: 1) Las leyes que defendió a capa y espada están suspendidas pero en la práctica derogadas. 2) Debió retirar el absurdo spot publicitario que se volvió emblema de su torpeza y arrogancia. 3) Debe cargar con la responsabilidad de alrededor de cuarenta muertes, incluyendo veinticinco policías que fueron enviados como carne de cañón. 4) Sin credibilidad para, por ejemplo, dar cuenta del número de pobladores muertos en la revuelta. 5) La selva sigue convulsionada y la protesta llega, como ayer, a las ciudades. 6) Deterioro de su reputación internacional por la manera como manejó la crisis, como se puede leer en los informes del influyente The Economist. 7) Retiro por 120 días de congresistas opositores, lo que se ve muy mal. 8) Hostilidades a la prensa. 9) Un asilado político. 10) Un país peligrosamente dividido.
¿En qué falló el gobierno? En la forma (por no consultar a las organizaciones de la selva y luego tratarlas con desprecio) y en el fondo, pues cada vez hay más expertos –como Margarita Benavides– que desnudan las deficiencias de las normas.
La responsabilidad es del gabinete que las creó –el de Jorge del Castillo– y del que las defendió –el de Yehude Simon– y alcanza a varios ministros por su diseño y legalidad (Comercio Exterior, Justicia, Agricultura, Ambiente, entre otros) y por el control de la protesta (Interior).
La superación de este momento complicado del gobierno no será –como hasta ahora– con prepotencia y matonería sino con humildad, diálogo y legalidad. El gabinete debe irse pero el presidente debe cambiar de rollo antes de que la factura por pagar sea más abultada.
LA REPUBLICA
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
Se requiere más diálogo, menos matonería.
a entrevista ofrecida ayer por Mercedes Cabanillas a La República constituye una revelación patética no solo de la difícil circunstancia por la que ella atraviesa sino del gran atolladero en que se ha metido todo el gobierno. Salir del mismo requerirá inteligencia antes que la prepotencia con que está respondiendo.
Las declaraciones de la ministra del Interior sobre la mayor tragedia policial que se recuerde la presentan en el reino del ‘no sabe/no opina’, del ‘mayormente desconozco’ y del ‘soy ministra pero no sé nada’ pero, principalmente, desesperada por evadir una responsabilidad política ineludible, lo cual, además, agravará la alicaída moral de la Policía Nacional.
Si Cabanillas, que tiene temple y experiencia política, anda en esa actitud, se puede entender el endurecimiento adoptado por el gobierno en su conjunto, el cual está respondiendo a la crisis con la misma torpeza que tuvo cuando se metió en ella, por su exclusiva responsabilidad y no por la conspiración que inventa para camuflar su ineptitud y arrogancia.
Hoy el gobierno enfrenta un cuadro descalabrado por la confluencia de varios factores: 1) Las leyes que defendió a capa y espada están suspendidas pero en la práctica derogadas. 2) Debió retirar el absurdo spot publicitario que se volvió emblema de su torpeza y arrogancia. 3) Debe cargar con la responsabilidad de alrededor de cuarenta muertes, incluyendo veinticinco policías que fueron enviados como carne de cañón. 4) Sin credibilidad para, por ejemplo, dar cuenta del número de pobladores muertos en la revuelta. 5) La selva sigue convulsionada y la protesta llega, como ayer, a las ciudades. 6) Deterioro de su reputación internacional por la manera como manejó la crisis, como se puede leer en los informes del influyente The Economist. 7) Retiro por 120 días de congresistas opositores, lo que se ve muy mal. 8) Hostilidades a la prensa. 9) Un asilado político. 10) Un país peligrosamente dividido.
¿En qué falló el gobierno? En la forma (por no consultar a las organizaciones de la selva y luego tratarlas con desprecio) y en el fondo, pues cada vez hay más expertos –como Margarita Benavides– que desnudan las deficiencias de las normas.
La responsabilidad es del gabinete que las creó –el de Jorge del Castillo– y del que las defendió –el de Yehude Simon– y alcanza a varios ministros por su diseño y legalidad (Comercio Exterior, Justicia, Agricultura, Ambiente, entre otros) y por el control de la protesta (Interior).
La superación de este momento complicado del gobierno no será –como hasta ahora– con prepotencia y matonería sino con humildad, diálogo y legalidad. El gabinete debe irse pero el presidente debe cambiar de rollo antes de que la factura por pagar sea más abultada.
LA REPUBLICA




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