Mientras las autoridades del país (Presidencia del Consejo de Ministros, Ministerio de Justicia, del Interior, PNP, Fiscalía, etc.) centran su atención en los problemas políticos de la selva, el despeje de carreteras bloqueadas y la desactivación de paros regionales, la delincuencia común se extiende con crueldad sin que nadie le ponga coto.
Uno de los lugares donde la impunidad campea, al punto de convertirse en tierra de nadie, es la ciudad de Trujillo, una de las más interesantes capitales costeñas con rico pasado preincaico, colonial y republicano. La situación allí es insostenible y los trujillanos claman por ayuda.
En menos de una semana se han producido cinco asesinatos relacionados con la ocurrencia de delitos contra el patrimonio. El colmo llegó el pasado 12 de junio cuando el vehículo donde viajaba la gerente de una importante empresa de la referida metrópoli, fue interceptado por dos autos, de los cuales descendieron diez sujetos, y en el intento por robarle y secuestrarla uno de los malhechores le disparó en la cabeza, muriendo la ciudadana minutos después. Ha sido un crimen espeluznante y absurdo.
Pero ese mismo día, horas antes, había ocurrido otro hecho delictivo similar con otra ciudadana que también fue interceptada por cuatro individuos tras salir de un banco, habiendo recibido a boca de jarro varios disparos de arma de fuego. En este momento la víctima del robo agravado se encuentra hospitalizada luchando por su vida. Vemos pues que, lamentablemente, la delincuencia ya ganó espacio en una ciudad que, pese a recibir grandes inversiones y exhibir aires de modernidad en los últimos años, sus servicios públicos de seguridad ciudadana, policial, Justicia y la participación del Ministerio Público dejan mucho que desear. Al no operar con eficiencia el Estado, los delincuentes reciben una clara señal de impunidad y dejadez que los anima a seguir cometiendo sus crímenes confiados en la falta de reflejos de las autoridades locales.
Tanto el alcalde trujillano como los funcionarios regionales ya fueron desbordados por los hampones, de modo que en cuanto a la prevención del delito, vale decir a la labor de la PNP, se requiere enviar a la zona a hábiles oficiales, aquellos dotados de liderazgo y convicción para revertir la grave imagen de inseguridad que hoy campea en Trujillo. Por sobre todo hay que defender la vida de personas trabajadoras y honradas, máxime cuando en los últimos días el país quedó consternado y sensibilizado por los crímenes ocurridos en Bagua. Pero a veces olvidamos que también hay otras muertes absurdas, que se producen a diario y ante las cuales no reparamos que está de por medio la responsabilidad de los gobernantes, quienes hasta ahora no son capaces de garantizar que los hombres y mujeres que realicen sus actividades diarias estén libres del peligro de ser lesionados o heridos de muerte como resultado de la acción de antisociales. Trujillo espera más apoyo para frenar no solo la ola criminal sino el mar de delincuencia que ha inundado sus calles y suburbios
EXPRESO
Uno de los lugares donde la impunidad campea, al punto de convertirse en tierra de nadie, es la ciudad de Trujillo, una de las más interesantes capitales costeñas con rico pasado preincaico, colonial y republicano. La situación allí es insostenible y los trujillanos claman por ayuda.
En menos de una semana se han producido cinco asesinatos relacionados con la ocurrencia de delitos contra el patrimonio. El colmo llegó el pasado 12 de junio cuando el vehículo donde viajaba la gerente de una importante empresa de la referida metrópoli, fue interceptado por dos autos, de los cuales descendieron diez sujetos, y en el intento por robarle y secuestrarla uno de los malhechores le disparó en la cabeza, muriendo la ciudadana minutos después. Ha sido un crimen espeluznante y absurdo.
Pero ese mismo día, horas antes, había ocurrido otro hecho delictivo similar con otra ciudadana que también fue interceptada por cuatro individuos tras salir de un banco, habiendo recibido a boca de jarro varios disparos de arma de fuego. En este momento la víctima del robo agravado se encuentra hospitalizada luchando por su vida. Vemos pues que, lamentablemente, la delincuencia ya ganó espacio en una ciudad que, pese a recibir grandes inversiones y exhibir aires de modernidad en los últimos años, sus servicios públicos de seguridad ciudadana, policial, Justicia y la participación del Ministerio Público dejan mucho que desear. Al no operar con eficiencia el Estado, los delincuentes reciben una clara señal de impunidad y dejadez que los anima a seguir cometiendo sus crímenes confiados en la falta de reflejos de las autoridades locales.
Tanto el alcalde trujillano como los funcionarios regionales ya fueron desbordados por los hampones, de modo que en cuanto a la prevención del delito, vale decir a la labor de la PNP, se requiere enviar a la zona a hábiles oficiales, aquellos dotados de liderazgo y convicción para revertir la grave imagen de inseguridad que hoy campea en Trujillo. Por sobre todo hay que defender la vida de personas trabajadoras y honradas, máxime cuando en los últimos días el país quedó consternado y sensibilizado por los crímenes ocurridos en Bagua. Pero a veces olvidamos que también hay otras muertes absurdas, que se producen a diario y ante las cuales no reparamos que está de por medio la responsabilidad de los gobernantes, quienes hasta ahora no son capaces de garantizar que los hombres y mujeres que realicen sus actividades diarias estén libres del peligro de ser lesionados o heridos de muerte como resultado de la acción de antisociales. Trujillo espera más apoyo para frenar no solo la ola criminal sino el mar de delincuencia que ha inundado sus calles y suburbios
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