18.9.09

De espaldas al pueblo

Es inevitable que en cualquier grupo se forme un cierto espíritu de cuerpo. Se podrán odiar entre ellos pero, ni bien llega cualquier ataque externo, hacen causa común para responderlo.

Sin embargo, los que insisten en que la actual andanada contra el Congreso es solo una fabricación de los medios, estoy seguro, guardarán un prudente silencio por algún tiempo, luego de la publicación, hoy, de dos sondeos de opinión. En uno, el 70% de los encuestados no puede nombrar ni a un solo parlamentario. Qué más prueba de indiferencia hacia un poder del Estado al que claramente están ignorando.

En lo que respecta a la segunda encuesta, se confirma tanto el abrumador apoyo a la renovación por mitades del Congreso –la cual ha sido, lamentablemente, descartada por la mayoría de bancadas– como el masivo rechazo al aumento en el número de congresistas, lo que el Legislativo sí ha aprobado. No es sorpresa, por lo tanto, que el 80% de la población desapruebe la gestión del Parlamento.

Por ello, el Congreso tiene que dejar de darle la espalda a la población, que exige tanto un mayor filtro para limitar la posibilidad de elegir a gente inadecuada como el poder corregir con mayor rapidez cualquier equivocación que cometa en la elección. Solo mejorando el nivel promedio de los congresistas se elevará la confianza de la gente, y eso requiere que salgan del Parlamento quienes son, evidentemente, unos desadaptados, al margen de la simpatía ante sus colegas que parecen estar generando.

Pero ese espíritu de cuerpo entre políticos se rebalsa fuera del Congreso. La denuncia sobre la colocación en la planilla de la Municipalidad de Lima de todos los dirigentes de Solidaridad, que ha indignado a nuestros lectores, ha sido prácticamente descartada de plano y la situación es tomada como algo normal entre los políticos. A uno, ingenuamente, le parece un escándalo que en un partido nadie tenga empleo privado adecuado y que todos estén viviendo del Estado; sin embargo, resulta que más bien esa sería la meta a la que aspirarían el resto de agrupaciones. Todos los días se aprende algo.

De cualquier manera, el desprestigio del Congreso es un riesgo para la democracia y no puede dejarse de lado. Si no, la próxima vez que alguien quiera disolverlo, la población demostrará ante ese acto la misma indiferencia que hoy muestra por la labor del Parlamento.


PERU21

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