18.9.09

Repúblicas cada vez menos hermanas

Por: Mirko Lauer

Colombia siente que Unasur la viene sometiendo a un cerco chavista, que la puede terminar obligando a abandonar este bloque de países. Más al sur hay voces que consideran el nuevo uso de las bases colombianas parte de un cerco de los EEUU contra Brasil, o Venezuela, o ambos. Perú propone un pacto de no agresión entre los propios socios de Unasur, que viene a ser una sombría iniciativa.

Hemos pasado rápido de una confrontación ideológica difusa a la preocupación por la seguridad en aspectos concretos, hoy en el primer plano de la región. En unos países más que en otros, pero todos inevitablemente participan del asordinado traqueteo de sables que viene reemplazando los temas clásicos, como son integración o el desarrollo.

Las recientes cumbres de Unasur (Quito, Bariloche, esta semana de nuevo Quito) confirman y en cierto modo complican este enrarecido clima en lugar de mejorarlo. Las mutuas recriminaciones de un lado al otro de la frontera ideológica bolivariana se multiplican, y con ello se van volviendo más ásperas. Como que el Unasur está necesitando con urgencia un mediador, y más de uno se está ofreciendo.

Los países del Alba reprochan a Colombia introducir una amenaza militar de los EEUU en la región. Colombia acusa a sus críticos de ser indiferentes a temas claves como el armamentismo, el tráfico de armas, los grupos terroristas, y el narcotráfico. Una poco velada alusión a las inocultables simpatías de Venezuela por las FARC y a su pobre foja de servicios en el tema del narcotráfico.

¿Cómo definir la situación? ¿Es solo una escalada de declaraciones fuertes impulsadas por sendas consideraciones de política interna? ¿O es el preludio de problemas mayores, una suerte de guerra bamba entre distintos “modelos de gobernabilidad”, como la que antecedió al conflicto europeo de 1939? ¿Es a esto último que alude Álvaro Uribe cuando habla de un cerco contra Colombia?

De hecho es de armas que siempre terminamos hablando. Las que viene comprando en cantidades todo el que puede permitírselo, las que han ganado acceso a la zona con el acuerdo Colombia-EEUU, las que se hacen un camino hasta los grupos subversivos del narcotráfico en la región. Sería señal de madurez empezar con las cumbres sobre desarme.

La idea de cerco se vuelve particularmente sugerente cuando vemos cómo en la región andina se da una suerte de damero que hoy alterna bolivarianos y liberales (con algunos izquierdistas modernos en los bordes), para llamarlos de alguna manera, cercándose los unos a los otros. Por fortuna no existe una línea de conflicto pareja, sino interrumpida por excepciones en algunas relaciones bilaterales.

LA REPUBLICA

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