23.9.09

Los alcaldes no son dueños de la ciudad

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

El ciudadano debe tener poder frente a un reyezuelo

“¡Cultura sí! Pero con orden y respeto” es la respuesta prepotente del alcalde de Miraflores a las críticas por su decisión absurda de negarle a la Feria Ricardo Palma el permiso para usar su ya tradicional espacio del parque Kennedy, donde se realiza desde hace muchos años, antes, incluso, de que Manuel Masías irrumpiera en la política.

Por las razones expuestas en el comunicado difundido por la Municipalidad de Miraflores para sustentar su oposición a que la feria se realice en el mismo sitio donde cada año, desde hace casi tres décadas, se lleva a cabo, parecería que estuviéramos hablando de la instalación, en pleno centro del distrito, de una gran carpa con un prostíbulo itinerante.

Pero, como todos saben, no es así. Estamos hablando de una feria anual en la que se produce una verdadera fiesta cultural alrededor de la venta de libros, la realización de conferencias y la participación entusiasta de la ciudadanía que se pasea, compra, consume y se divierte alrededor de este evento.

Creo que nunca he dejado de asistir a la Feria Ricardo Palma, en el parque Kennedy, desde su inicio, y la verdad es que no puedo encontrar una justificación válida del municipio para oponerse a la de este año. Quizá sus autoridades actuales no hayan tenido la suerte de asistir a la feria del libro o se estén confundiendo con la trifulca rutinaria de la calle de las pizzas.

Esta decisión arbitraria ocurre en un contexto en el que muchos alcaldes están adoptando posturas propias del que se siente gamonal de comarca y no mandatario al servicio del vecino. Puesto de una manera más clara y directa: los alcaldes no pueden asumir que ganar una elección municipal los convierte en dueños de un espacio de la ciudad.

Lo que pasa es que varios alcaldes sienten que pueden cortar los árboles que les da la gana; interrumpir el tránsito para exhibir los vehículos adquiridos por el municipio; poner su nombre en cada cartel de las calles del vecindario en lo que constituye un aprovechamiento desvergonzado de los recursos públicos para promover su imagen personal; o empezar obras sin tener en cuenta, en lo más mínimo, el tiempo de ejecución y –como es evidente en el caso de Lima Metropolitana– demorándolas para que coincidan con la próxima temporada electoral. En ningún caso se considera la opinión del vecino.

Ante abusos como estos se requiere crear mecanismos que le otorguen poder al ciudadano para hacer sentir su voz ante la autoridad sin tener que esperar hasta la próxima elección en la que correspondería, si van a la reelección, pegarles una patada en el trasero por prepotentes.

LA REPUBLICA

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