23.9.09

A ritmo de desagüe y callejón

En el Perú, el debate político ya hace muchos años que ha dejado de referirse a propuestas o planes de gobierno y está cada vez más orientado al insulto artero. El descenso de la política al nivel del lumpen ha sido gradual pero consistente; es capaz por ello que nos hemos acostumbrado a esas profundidades y ya nada nos sorprende.

Así que no llama la atención el exabrupto de Humala, el cual es consecuencia de su poca elocuencia, su falta de ideas y su caída en popularidad. Sin embargo, su insulto, en lugar de haber llevado a un rechazo generalizado, ha sido más bien utilizado como una justificación por sus rivales para descender a su nivel; y, por otro lado, en su bancada, han tratado de avalar esa aberración. Al final, nadie sale bien parado, pero lo lamentable es que muchos en el electorado ni se han molestado.

El problema que genera la complacencia con esta crecientemente deteriorada situación es que se está implícitamente aceptando, por ejemplo, que tengamos cada vez más una mayor desproporción entre el porcentaje de delincuentes comprobados que hay en el Congreso y los que existen en la población.

Hemos perdido la capacidad de indignarnos ante las fechorías de los parlamentarios. En el Congreso nadie se ha inmutado ante la denuncia de que, desde hace más de dos años, el Poder Judicial y el Parlamento han permitido que la congresista Rocío González siga en funciones, pese a que debió ser desaforada al haber sido sentenciada por la Suprema por robar energía eléctrica.

Este crimen lo perpetró de manera premeditada y en gran escala, para que su empresa industrial simplemente lucrara y no pagara. El hurto agravado que cometió está en la misma categoría delincuencial que asaltar un banco o atracar en la calle a un parroquiano, pero sus colegas se ríen y tratan el tema como si fuera una travesura.

Pensándolo bien, en realidad no les debe de parecer tan mal si se le compara con el violador del Congreso anterior o con la vinculada a narcotraficantes del actual, pasando por el principal deudor tributario, el 'come pollos’, el 'mata perros’ o los que colocan queridas, 'fantasmas’ y parientes en la planilla que pagamos todos los peruanos, entre otras joyas de nuestros parlamentarios.

Solo queda esperar que incidentes como estos generen, finalmente, una corriente ciudadana que busque revertir el descenso moral de nuestros políticos. Caso contrario, estamos fregados.


PERU 21

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