20.9.09

Los bárbaros invaden América Latina

Por Mirko Lauer

En un reciente cónclave de la derecha iberoamericana (Aznar, Piñera, Quiroga) en Buenos Aires, Álvaro Vargas Llosa se volvió a deslenguar: “Civilización occidental o barbarie”, dijo. La frase es una perversa glosa del nombre de la revista de Cornelius Castoriadis, Socialisme ou barbarie (1948-1965), cuyo título es elocuente.

La noción misma de civilización occidental es complicada en la actualidad. Quién es y quién no es occidente se ha relativizado mucho, con lo cual a la expresión se le ha pegado un tufillo excluyente y al mismo tiempo una cierta vacuidad de contenido. Hoy solo la extrema derecha abraza la palabra occidente como bandera.

Las culturas del mundo miran eso con creciente ironía. Alguna vez le preguntaron a Ghandi qué pensaba sobre la civilización occidental, y respondió “Esa sería una excelente idea”. La frase, soltada en el contexto del anticolonialismo, es lapidaria en exceso, pero transmite con claridad la idea de que no solo los bárbaros tienen dudas sobre el particular.

Lo que vuelve a la frase de Vargas Llosa Jr. todavía más sorprendente es que en este caso la barbarie está representada por los países de la esfera de influencia de Hugo Chávez. Uno puede discrepar de ese modelo caudillista y plebiscitario, pero llamarlo barbarie suena más a mercadotecnia editorial que a genuino intento de describir la realidad.

¿Qué debemos pensar entonces de los analistas conservadores de Washington para quienes los países del Alba, a los que por cierto critican, representan “otros modelos de gobernabilidad”. ¿Cómplices de la barbarie? ¿Derechistas timoratos adictos al eufemismo? ¿O simplemente no tienen un nicho polémico que promover en el mercado?

Muchas, por no decir todas, las prácticas políticas de Chávez y sus amigos que Vargas Llosa Jr. califica de barbarie tienen un pedigrí perfectamente occidental. Salvo que este pugnaz politólogo haya reducido la peripecia de lo occidental a las democracias liberales. Pero aun estas han tenido momentos, digamos, chavistas en su historia.

No queremos pensar que los dardos contra la barbarie se estén dirigiendo a los movimientos indígenas que vienen cuestionando su ubicación en el orden establecido neoliberal de América Latina. ¿Tienen sus usos y costumbres lugar en lo que el racista Francisco García Calderón llamó Las democracias latinas de América? (1912).

Da la impresión de que Vargas Llosa Jr. está intentando repetir el éxito publicitario de su calificativo (más bien descalificativo) de idiotas a diversos autores de izquierda y de éxito en la región. Casi quince años después de lanzado el denuesto, la gente todavía lo recuerda, pero más bien olvida a quién exactamente se le aplica.

LA REPUBLICA

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