28.9.09

Entonces llaman a la policía...

LA POSTERGADA REFORMA DE LA PNP

Por: Octavio Salazar Ministro del Interior

El señor X llega en la noche a su casa y no encuentra a su hijo menor de edad. Como está cansado, se va a dormir. En la madrugada, se escuchan gritos y tiroteos de unos adolescentes en la calle. Entonces, llama a la policía. El alcalde Y se ha reunido varias veces con los dirigentes de una comunidad que tiene problemas con una minera. Como no llegan a ningún acuerdo, los comuneros deciden bloquear la carretera. Entonces, llaman a la policía. El juez Z libera a un secuestrador, pues, según su criterio, le corresponde semilibertad por pena suspendida. El delincuente reorganiza su grupo y secuestra a un empresario, tras matar a su escolta y a un peatón que pasaba por el lugar. Entonces, llaman a la policía.

La policía acude siempre a cumplir orgullosamente con estas y otras labores. Es el eslabón final de la cadena y tiene que apagar todos los incendios de la sociedad. Si lo hace mal, recibirá críticas, juicios, denuncias y sus agentes pueden perder la vida.

Pero la pregunta que nadie se hace es: ¿Quién empezó el fuego? No la policía, desde luego. La delincuencia no aumenta —o desciende— solo por la labor de la policía, sino también por lo que haga o deje de hacer la sociedad en su conjunto.

¿Sabe el padre de familia dónde está su hijo? ¿Trabajan algunas autoridades elegidas por el pueblo por el bienestar de este o para su proyecto personal? ¿Están los representantes de los poderes del Estado aplicando juiciosamente las leyes? ¿Están los maestros transmitiendo valores a sus alumnos? ¿Están quienes tienen en sus manos legislar haciéndolo en beneficio de su patria y no de intereses particulares?

En la policía no queremos evadir nuestras responsabilidades. Por ello, hemos empezado un proceso para cumplirlas con mayor eficiencia. Estamos librando a la institución de todas aquellas labores que puedan distraerla de su actividad principal: dar seguridad. Queremos tercerizar las labores que no son propias de la policía, como la compra de gasolina y vehículos, la sanidad, la alimentación, etc. Con ello también buscamos evitar la corrupción en una entidad que, por la naturaleza de su oficio, debe estar absolutamente libre de ella. Además, vamos a devolverle al policía la confianza en sí mismo y a la sociedad el respeto a la institución.

La policía va a cambiar, de eso no hay duda. ¿Pero puede cambiar la sociedad? Necesitamos que todos hagan su tarea, para que nosotros hagamos la nuestra. Si los padres están con sus hijos, si los profesores educan, si los jueces sentencian sabiamente, si los legisladores dan leyes útiles, si los representantes del pueblo escuchan a su pueblo, la sociedad cambiará. Y entonces, llamarán menos a la policía.

EL COMERCIO

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