La minería debe ser el sector más criticado del país, a pesar de que es la espina dorsal de nuestra economía. Un sondeo publicado durante Perumín grafica claramente esta contradicción. El 62% de los encuestados considera que la minería es fundamental en la generación de empleo en sus regiones, pero el 80% cree que no cumple con las reglas ambientales. La población es consciente de la importancia que tiene, pero mantiene una pésima imagen de ella.
Esta desconfianza está siendo aprovechada para alimentar una posición antiminera radical, en lo cual se va a requerir de un trabajo consistente de convencimiento de la población. Es así que el Estado debería actuar como componedor, acercando a los mineros a la población para asegurar que se realice la inversión, pero, lamentablemente, no cumple esa función y el vacío que deja lo vienen llenando grupos que tienen otra intención.
La experiencia de Tambogrande debería ser difundida a la población. Allí, los habitantes corrieron a la compañía formal, de un proyecto de oro, debido a una explosiva situación creada por la desinformación alimentada tanto por la agitación como por una negligencia criminal de la empresa que no se interesó en desarrollar una relación comunal. Como resultado, un próspero valle exportador de mangos está sufriendo la contaminación que produce la minería informal, la cual continúa floreciendo sin crear empleo formal ni pagar impuestos.
En los próximos tres años se podría lograr inversiones del orden de los 8 mil millones de dólares en minería. Montos de esa magnitud no son fácilmente reemplazados en la economía peruana. Por otro lado, si Las Bambas no va, ¿qué alternativas tiene Apurímac? Lo mismo se puede decir de Tía María y la generación de empleo en Arequipa. Por tanto, es fundamental asegurar que los proyectos en cuestión se lleven a cabo.
Para ello, sería vital crear la figura del facilitador minero, que logre compensar la falta de capacidad que tiene el Estado a todo nivel para cumplir con su función. Este facilitador debería acercar la inversión a la población para que esta realmente se beneficie de ella y, asimismo, tendría que levantar los obstáculos burocráticos. Caso contrario, desperdiciaremos la gran oportunidad de convertirnos en uno de los principales productores mineros con todo el bienestar que eso puede traer a regiones andinas que no tienen otra alternativa.
PERU21
Esta desconfianza está siendo aprovechada para alimentar una posición antiminera radical, en lo cual se va a requerir de un trabajo consistente de convencimiento de la población. Es así que el Estado debería actuar como componedor, acercando a los mineros a la población para asegurar que se realice la inversión, pero, lamentablemente, no cumple esa función y el vacío que deja lo vienen llenando grupos que tienen otra intención.
La experiencia de Tambogrande debería ser difundida a la población. Allí, los habitantes corrieron a la compañía formal, de un proyecto de oro, debido a una explosiva situación creada por la desinformación alimentada tanto por la agitación como por una negligencia criminal de la empresa que no se interesó en desarrollar una relación comunal. Como resultado, un próspero valle exportador de mangos está sufriendo la contaminación que produce la minería informal, la cual continúa floreciendo sin crear empleo formal ni pagar impuestos.
En los próximos tres años se podría lograr inversiones del orden de los 8 mil millones de dólares en minería. Montos de esa magnitud no son fácilmente reemplazados en la economía peruana. Por otro lado, si Las Bambas no va, ¿qué alternativas tiene Apurímac? Lo mismo se puede decir de Tía María y la generación de empleo en Arequipa. Por tanto, es fundamental asegurar que los proyectos en cuestión se lleven a cabo.
Para ello, sería vital crear la figura del facilitador minero, que logre compensar la falta de capacidad que tiene el Estado a todo nivel para cumplir con su función. Este facilitador debería acercar la inversión a la población para que esta realmente se beneficie de ella y, asimismo, tendría que levantar los obstáculos burocráticos. Caso contrario, desperdiciaremos la gran oportunidad de convertirnos en uno de los principales productores mineros con todo el bienestar que eso puede traer a regiones andinas que no tienen otra alternativa.
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