24.9.09

Palabras y acciones

La procacidad que el ex candidato presidencial Ollanta Humala endosa al debate político rebaja su nivel a un grado no sólo letal para el fundamental intercambio de ideas y posiciones, sino que en el terreno de las palabras refleja lo que este personaje –que se autotitula “nacionalista”– y sus aliados radicales hacen en el terreno de las acciones. Porque, ¿qué diferencia hay entre lanzar una piedra, quemar una llanta o llamar cabrón al presidente de la República? Es la misma violencia, la misma actitud, la misma agresividad e intolerancia.
Los verdaderos políticos actúan con ponderación para lograr en el fondo y en la forma que el debate sirva a la convivencia democrática. En el fondo, tratando de que éste no quede en lo superficial y anecdótico de la coyuntura. En la forma, cuidando de no agredir al adversario y demostrando dos verdades que la sabiduría popular ha recogido en estas sentencias: lo cortés no quita lo valiente, y respetos guardan respetos.

Es evidente que el procaz jefe de aquel partido mal llamado nacionalista ha perdido la brújula y trata desesperadamente de recuperarla. Ya no habla sino ofende; ya no alza la voz sino vocifera; ya no trata de persuadir sino de intimidar. El mismo lenguaje, las mismas maneras de los ultras y levantiscos que a lo largo y ancho del Perú –hoy como ayer y como siempre– no han podido ni podrán convocar a las masas ni conseguir su adhesión franca y permanente.

Cada vez resulta más claro que el “nacionalista” Humala encarna el antisistema; es decir, la oposición visceral. Pero no a un régimen democrático, a sus políticas o a sus protagonistas, sino al estado de derecho, incluyendo sus derechos y libertades públicas, en especial la libertad de prensa y expresión. Como la simiente democrática ha echado raíces en América Latina y es cada vez más impensable un golpe de Estado o la alteración abrupta de la vida institucional y republicana de sus pueblos, los agoreros del anarquismo y el socialismo –la vertiente totalitaria– se camuflan en el sistema democrático aparentando asumir sus reglas. Sin embargo su verdadera intención es derribarlo desde adentro cuando lleguen al poder, y socavarlo desde afuera mientras lo intentan.

No vale la pena responder los agravios que el “nacionalista” Humala ha proferido contra la nación en cabeza de la figura del presidente de la República que la personifica. Pero sí necesitamos llamar la atención sobre lo que esos insultos significan y proyectan: la captura y el establecimiento perenne en el poder a través de la violencia, siguiendo un libreto ya conocido que incluye el copamiento institucional, la eliminación de la autonomía de los poderes, y el cercenamiento absoluto de las libertades democráticas que sus mentores políticos –Castro y Chávez– han aplicado y aplican de manera invariable en sus respectivos países

EXPRESO

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