28.9.09

Gastronomía: Puente hacia el mundo

La gastronomía peruana ha conseguido lo que tantas políticas de promoción al exterior no lograron: extender un puente efectivo, colorido y económicamente rentable hacia el mundo.

Pero también ha tendido un puente al interior del propio país, articulando y promoviendo un esfuerzo centenario que ahora goza de un nuevo perfil y de expectantes proyecciones. Miles de empresarios anónimos –que en los lugares más apartados del Perú ofrecen la inmensa variedad y calidad de la cocina doméstica lugareña– han sido incorporados a una nueva imagen de éxito y creatividad que es también símbolo de inclusión social.

Platos peruanos de exquisito gusto, acompañados y recreados con insumos propios de nuestra tierra, están en las mesas más exigentes de los cinco continentes. Turistas que visitan Machu Picchu, contemplan las líneas de Nasca o se asombran con los mantos de Paracas, también vienen atraídos por la fama de nuestros platos emblemáticos: el cebiche, el ají de gallina, los anticuchos, la causa a la limeña, etc. Tras esos potajes, en cuya decoración nuestros insignes cocineros han sabido incorporar aportes de otros países, está el saber y el hacer de miles de manos peruanas que ahora resultan revaloradas por este éxito que, con acierto, el ministro de Comercio Exterior, Martín Pérez, ha propuesto convertir en política de Estado.

Es justo y necesario que así lo sea. Nuestros platos y nuestra sazón nos han dado –y seguirán haciéndolo– una imagen de prestigio culinario en el planeta que abona a la visión general del país, algo que es menester conservar y estimular con una política de promoción externa e interna. Ella debe traducirse en incentivos a la capacitación de los recursos humanos, la promoción de los cultivos tradicionales, y el permanente aliento a todo tipo de eventos y festivales que difundan y premien a nuestros cocineros y, en particular, a su ingenio por añadir en las recetas ingredientes netamente peruanos.

Es evidente que en las mesas de las casas, de un confín a otro de nuestro extenso país, se exhibe un producto de bandera que cuando sale al exterior no hace sino colocarla como señal de conquista de mercados. Es una hazaña, sin duda, que va desde la olla de barro y las manos curtidas –de miles de anónimos y reconocidos peruanos y peruanas– hasta las mesas y los paladares más sofisticados y exigentes. Y de igual manera se espera que suceda lo mismo, aquí, con los turistas que arriban para celebrar esa liturgia casera que se ha ganado ya un lugar en el mundo. Que esa bandera de triunfo, perseverancia y buena voluntad signifique también para nosotros inclusión y equidad social. Dos grandes objetivos nacionales a los que la gastronomía peruana está contribuyendo con su delicioso aporte.



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